Reformular, refigurar, rehacer 

El poeta argentino Néstor Perlongher (1949-1992) es una de esas figuras que deslumbra por la calidad de su poesía y por su vida errante. Referente del Frente de Liberación Homosexual argentino, Perlongher no solo realizó su activismo político durante los complicados años de las sucesivas dictaduras militares en Argentina a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, sino que acaso escribió uno de los poemas más emblemáticos de la lengua española de las últimas décadas. “Cadáveres” es el título de este poema que aparece en su segundo poemario llamado Alambres, donde el festín neobarroco empieza a forjar una poesía vital y arriesgada. Dicho poema es una respuesta (y, por lo tanto, una denuncia) a las declaraciones de Videla frente a los cuestionamientos del periodista José Ignacio López alrededor del tema de los desaparecidos: “mientras sea desaparecido no puede tener ningún tratamiento especial, es una incógnita, es un desaparecido, no tiene entidad, no está… ni muerto ni vivo, está desaparecido”, de semejante tamaño fue el cinismo del mandatario. 

En una lógica retorcida, se tiene el siguiente planteamiento: dado que no hay cuerpo, no hay crimen, y por lo tanto, el Estado queda imputado. Perlongher entonces construye un poema cuya anáfora es el leitmotiv: ‘Hay cadáveres’. He aquí el inicio del poema: 

Bajo las matas
En los pajonales
Sobre los puentes
En los canales
Hay Cadáveres

En la trilla de un tren que nunca se detiene
En la estela de un barco que naufraga
En una olilla, que se desvanece
En los muelles los apeaderos los trampolines los malecones
Hay Cadáveres

En las redes de los pescadores
En el tropiezo de los cangrejales
En la del pelo que se toma
Con un prendedorcito descolgado
Hay Cadáveres

En lo preciso de esta ausencia
En lo que raya esa palabra
En su divina presencia
Comandante, en su raya
Hay Cadáveres

La contrarréplica del poema es tajante, eficaz y directa. A este inicio le faltan aún varias estrofas donde la fórmula del «Hay cadáveres» ofrece variaciones en múltiples registros, no solo sociales y políticos, sino hasta culturales, simbólicos y poéticos.

Resulta alumbrador leer el poema con estas palabras de Paul Ricoeur en mente (presentes en su texto La identidad narrativa): “Vivir en representación es proyectarse en una imagen mentirosa detrás de la cual se disimula. La identificación se vuelve entonces un medio de engañarse o de huir”. Frente a la respuesta abiertamente cínica de Videla, frente a su clara identificación con el núcleo del régimen (ese incómodo vínculo entre Facisismo y la idea de un supuesto bien mayor) la palabra poética de Perlongher en tanto fuerza de transformación. 

Todo uso del lenguaje configura un horizonte, moldea, digamos, un campo de significados. Para nuestra fortuna hay poetas que refiguran, reformulan y rehacen el mundo.