Realidad, sueño y fantasía

La vida es una visita construida de sueños

Ray Bradbury

 

¿Alguna vez le ha pasado que al despertar por la mañana se pregunte si lo que soñó fue real? Se pone en duda el sentido de realidad ante los acontecimientos nocturnos, los cuales han probado para infortunio del razonamiento, que la diferencia es relativa entre la vida diurna y la vida onírica.

La ciencia ficción se vale de esa premisa particular, considerar a la realidad como un asunto de relativismo.

Partiendo de ahí, tenemos que lo que aseguramos como realidad se desvanece al primer cuestionamiento, al que indica la posición perceptiva del sujeto. Es decir, un sujeto percibe en la cotidianidad, siente la realidad que atraviesa su campo perceptual, pero lo mismo sucede del otro lado.

Es difícil poder diferenciar entonces. Las novelas de ciencia ficción se resuelven por esa vía, la de forcluir la realidad atravesando el tiempo y/o el espacio, el producto de ello es una construcción compleja de la existencia.

Por ejemplo, en Crónicas marcianas (1950), Bradbury construye más que una posibilidad, la de ver en concreto el sueño de viajar y habitar el planeta rojo.

En La metamorfosis de Kafka (1915), somos testigos de una experiencia de transformación que raya en el horror, donde sin dejar de lado la ficción, se con-funde realidad, sueño y locura.

Italo Calvino (Zobeida, 19ggd) escribe lo siguiente: Tras el sueño se pusieron a buscar esa ciudad; la ciudad nunca la encontraron, pero se encontraron unos a otros; decidieron construir una ciudad como la del sueño.

Leemos en la cita anterior cómo el sueño se adelanta, camina primero. Es ahí donde actúa el deseo del sujeto como decía Freud (La interpretación de los sueños, 1900): el sueño es una realización de deseos.

Y Monterroso –Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí-, hace lo propio, nos conduce por el espacio-tiempo, y de nuevo pone en duda el sentido de realidad, puesto que el dinosaurio puede ser cualquiera.

Édgar Omar Avilés (Efecto vudú, 2017) nos presenta los efectos del amor de una madre que es capaz de jugar el vudú cósmico para recuperar a su hijo, sin ser consciente de la serie de eventos que en el futuro tendrán lugar.

En suma, estamos ante los alcances de la fantasía y con ello, de la ciencia ficción, la de poder trascender la realidad, la de poder metaforizar la existencia, o lo que resulta igual, hacer poesía de la sintaxis social del ser humano.

Todo es poesía hablando de fantasía y sueños. Metáfora, metonimia, condensación y desplazamiento se dice en psicoanálisis, que invita al sujeto a ir de un tiempo a otro, de una realidad a otra, o en su caso, de extraviarse entre el adentro y el afuera.

En el cuento El osito de felpa del profesor, Theodore Sturgeon (1948) compone una historia increíble, pero además una posibilidad por demás interesante: A continuación un extracto que deja ver la trascendencia de lo fantástico, incluso en lo psicológico.

-¿Qué es una metempsicosis? –preguntó el monstruo, hambriento.

Jeremy tenía cuatro años y podía permitirse el lujo de ser paciente.

-Una metempsicosis es algo que pasa cuando una persona se muda de una casa a otra.

-¿Como cuando nuestro padre vino a vivir aquí desde la calle Monroe?

Algo parecido. Pero no me refiero a aquel tipo de casa, con tejas y cloacas y cosas por el estilo. Me refiero a este tipo de casa –explicó, y se golpeó el pecho.

Mudarse de casa, mudar de piel como serpiente; viajar en el tiempo por medio de la imaginación. Vivir los sueños, hacerlos realidad, o que la realidad sea vivida como un sueño.

Jugar con las palabras, reorientar su orden –nos recuerda algún personaje de Star Wars-, no sólo para decir las cosas diferentes, sino para con ello ser diferente.

Cuando nos preguntamos, en tono temeroso si lo que vivimos es realidad o no, valdría la pena, mejor ubicarnos en la siguiente pregunta: ¿lo que soñé, lo que experimenté, qué re-construye de mi realidad? ¿Cuáles son los efectos de lo que soñé?

Tal vez acercándonos más a los niños, escuchar sus juegos, nos diga algo que abone a nuestra realidad supuestamente conformada y definida. Dar pie a la fantasía, reordenar nuestra propia sintaxis existencial, para que la vida sea visitada más constantemente por los sueños.