Homenaje a un héroe: Ramón Sariñana Sariñana

Obra en portada:

Tarde de lluvia o un cuadro que llora

Andrea Badillo Sariñana.

Óleo sobre tela, 60 x 80 cm.

 

No conozco mucho de héroes, pero sí de palabras que los aprehenden para luego soltarlos en recuerdos que todos identifiquen. Hablar de un héroe ajeno es complicado, pero dejar que él hable con mis manos no lo es. Se trata de un momento donde le permito tomar el control, uno que se merece, uno que siempre tuvo y nunca ha perdido, ni ahora que está lejos… entre el polvo y el océano.

Nacer en Las Ánimas dice todo lo que necesitas saber sobre él, pero si requieren un nombre Ramón Sariñana Sariñana (sí, como un pequeño saltito coral) debe bastar. La fuerza del norte la tenía especialmente en las manos y sólo puedo ayudarte a imaginarlas capaces, de esas que hablan con uno y que explican todo danzando con los labios que tratan y tratan de darle sentido al mundo. Enseñar se volvió un estilo de vida, una misión, porque no podía evitar comentar. Tratar de comprender el universo, desde el grano de arena hasta la extensión del universo, era la virtud que buscaba en otros. Ustedes no lo saben, pero él siempre observaba, buscaba a otro, otros, que también absorbieran, que también se dejaran absorber.

Ser maestro de muchas vidas significaba ser alumno constante de la propia, y ayudar a los adultos, aquellos que creen haber perdido cualquier oportunidad con los años que les acumulan y parecen estorbar a otros, era una tarea aún más importante. Algún día él querría que le enseñaran más y más. Cambiar de perspectiva, olvidar el dicho de que un perro viejo no aprende nuevos trucos y es que para él uno nunca es tan viejo. Imagino, con el respeto que puedo, que segundos antes de morir podía cruzar por su cabeza un pensamiento corto pero complejo: ¿qué aprendo de esto?

Ramón (perdón la confianza) entendía el esfuerzo físico, pero más importante aún, el del corazón que se estira y se hincha con el cariño y los debates y los frutos de todas esas conversaciones que nos revelaron detalles nuevos. Era igual de valioso y válido que el cielo fuera azul porque vivimos en la espalda de un gigante mítico o que se explicara con ciencia y reflexión. La ignorancia es sólo un estado de desconfianza propia, uno que se supera al abrir un libro, al escuchar realmente a alguien. Él lo entendía e hizo todo lo posible para crear un espacio de confianza y realización personal que explorara la idea original de educación en la que todos conocemos algo que merece compartirse.

No sé cómo murió y no sé si creía en el cielo, pero estoy segura de algunas cosas. Su voz, a veces ligeramente rasposa de tanto hablar, se quedó entre las páginas de sus libros favoritos, en esos pasajes que recitó en voz alta porque se lo pedían, porque se le antojaba, porque se los cantaba. Sus huellas quedaron en Las Ánimas porque ahí nacieron, y se quedaron en Coahuila porque ahí falleció. Sus líneas de vida se calcaron en los alumnos que felicitó y en la familia que acarició mientras reía y explicaba cómo se formaban las perlas. Sus pasos firmes seguirán sonando, especialmente cuando llueve porque, sin saberlo, pisaba más fuerte para competir con las risas de la lluvia y sus golpecitos indiscretos contra la ventana. Ese olor a tierra trabajada que nunca logró, ni quiso, quitarse, emanará de cada obra de arte creada por su linaje e inundará las habitaciones donde se inicien debates que cambien la forma de las horas, la necedad de algunos y la vida de muchos.

 

A continuación, un texto leído por su alumna y nieta, momentos antes de darle sepultura al Maestro Ramón Sariñana Sariñana el lunes 12 de febrero a las 12:00 horas.

 

 

EL DÍA EN QUE TOMÉ UN VUELO URGENTE…

CDMX, febrero de 2018

 

Ocho en punto, suena la alarma; domingo 11 de febrero, supervisaría montaje de andamios y acompañaría para la prueba de microcemento en la escalera helicoidal.

Escucho la alarma de Rigel, sufro. Segundos después suena mi alarma, busco mi teléfono, no puedo abrir los ojos y me guío por el sonido. El teléfono está debajo de mí, quito la alarma, no me queda de otra más que levantarme, tengo ya responsabilidades de adulto y mi personalidad no me permite llegar tarde a mis citas.

Hay mañanas en las que alegremente no tengo ninguna notificación en la pantalla de mi teléfono. Hay días en los que sí, harta de que me despierte una notificación cuando mi mayor prioridad es dormir, decidí pues meses atrás mantener mi celular en silencio, sí, día y noche. Esta noche no fue la excepción y muy a disgusto comienzo a leer las notificaciones, deslizo el dedo rápido, de todos modos, mis ojos aún no pueden abrirse completamente.

Leo un poco, veo mensajes de mi mamá, mensajes insistentes, uno de ellos me avisaba sobre una mala situación de mi abuelo, no crítica, solo mala.

Un par de días antes había sido avisada sobre lo mal que se sentía mi abuelo; me comentaban que no quería comer. Mi abuelita tenía un par de semanas de haber salido de viaje, yo a ella la veía bien, disfrutando y descansando. Ese día al saber de mi abuelo, lloré hasta que mi cerebro entendió que debía dormir, aun así, mi sollozo me despertaba. No éramos conscientes de la gravedad del asunto, tal vez ni él. Al día siguiente pensé en llamarle y pedirle a manera de regaño que comiera, sin embargo, pospuse esa llamada.

Hoy, después de ver a mi mamá insistiendo con mensajes y llamadas, escucho una voz temerosa diciendo – gorda-, mientras yo leía una notificación de Facebook donde me escribían “vi una publicación de tu mamá, ¿quién falleció?”.

Mi cerebro lo dedujo y mi corazón no tuvo escapatoria.

Mi abuelo había viajado ayer por la tarde para ver a su amor, a mi abuelita, horas después fue cerrando los ojos.

¡MI HÉROE SE FUE!

Vuelo urgente

Andrea Badillo Sariñana
Acuarela/papel
15 x 23 cm.

El hombre que me enseñó a leer y escribir, el que me daba revistas de política y cultura, el hombre frío que expresaba su cariño compartiendo un texto, el que me enseñó a escribir la letra `z´ cursiva que tanto me corregían en la escuela. Él era el hombre al que acudía cuando quería información sobre un tema sociocultural, político, de economía, de gramática, de psicología, pedagogía, o de arte.

Mi héroe, al que hace meses cuestioné por qué quedarse en Saltillo habiendo vivido en tantos lugares. Quien en su infancia eligió irse a un internado para tener estudios y nunca dejó de luchar por la educación. Activista de corazón, luchador social, amante de la justicia; el hombre que seguirá brillando desde donde esté.

Escribo desde este vuelo urgente, el que compré para las 13:10 pero que el personal de la aerolínea adelantó. Escribo porque lo que más amabas era leer, escribo porque tengo la esperanza de que me leas.

Hoy dejaste un hueco en tu lugar preciado, esa biblioteca que compartiste conmigo donde tú leías mientras yo pintaba.

Hoy dejas un hueco en mi corazón y dolor en mi alma. ¡Dejas un hueco en la educación!

Gracias a ti soy artista, gracias a ti hago labor social, gracias a ti existe EL ARTE NOS SALVA.

Mi amor y mi admiración por ti sigue y seguirá latiendo. Con la mano en el pecho una vez más te digo TE AMO.

 

Tu nieta la rebelde,

Andrea Badillo Sariñana.