Rain, Red Clothes and a Drop of Semen

“When the uncertain future becomes the past, the past in turn becomes uncertain.”
Mohsin Hamid

 

Un asesinato aislado no destruye un mundo, pero la ácida revelación de un asesino en serie puede alterar la visión que tenemos de la realidad.

La película Memories of Murder plantea una crisis muy reveladora de su tiempo. Basada en hechos reales, la trama sigue la investigación de unos crímenes atroces en un pequeño pueblo de Corea del Sur. Desde el inicio se explica que el filme está basado en una serie de violaciones y asesinatos que jamás fueron resueltos. Al igual que la película Zodiac sabemos que no habrá una resolución, ¿qué ofrece entonces la película para ser considerada una de las más logradas producciones de aquel país?

La respuesta, como los crímenes, es sencilla a corto plazo y compleja a largo plazo. Se trata de los personajes, pero también de la identidad general que se estaba entablando durante esa época en Corea del Sur.

La historia inicia en octubre de 1986, cuando el país se encontraba bajo la dictadura militar de Chun Doo-hwan, opresiva y económicamente prometedora a la vez. La paranoia se nota desde el comienzo con constantes referencias a la ley marcial y el temor a algún ataque. Se trata de una dictadura en la que no hay espacio para asesinos seriales y en la que los crímenes se resuelven con rapidez, no necesariamente con eficacia.

Esto también se ve reflejado en películas como Citizen X y Child 44, donde la Unión Soviética se niega a admitir la posibilidad de tener asesinos seriales por considerarlos el resultado maníaco de la vida occidental que están tratando de evitar.

A partir de este contexto histórico se pueden analizar a los propios detectives que buscan resolver el caso. Por un lado está Park Doo-man, un hombre que se jacta de reconocer a un criminal con verlo a los ojos. Sus formas son cuestionables, pues considera que hay que arreglar la evidencia y las confesiones para poder atrapar al culpable. El director decide representar a este personaje como un hombre que raya en lo patético para ponerlo en directa confrontación con Seo Tae-yoon, un joven pero experimentado detective que llega de Seúl para ayudar.

El pleito entre estos personajes no es sólo personal, es el claro y constante conflicto entre dos mundos, el de los nuevos métodos y el de la vieja escuela. Tae-yoon es joven y busca seguir los procedimientos correctos para atrapar al culpable. Su forma de razonar e hilar los crímenes, siendo él el único que desde el inicio reconoce que se trata de un asesino en serie, es más cercana al cliché perfeccionado de un detective estadounidense. Mientras que Doo-man es un hombre cansado que se burla de otros métodos de investigación que no impliquen la mera visceralidad e intuición; él está seguro de poder atrapar al violador por el simple hecho de que se trata de “su” pueblo.

La idea de crear un perfil psicológico del asesino aún era un concepto pobre, pero Tae-yoon lo considera su mejor oportunidad. Los crímenes tienen ciertas cosas en común: las mujeres eran solteras y vestían de rojo; los asesinatos siempre fueron en noches de lluvia; siempre queda un rastro de semen y es probable que el detonador emocional del culpable sea una canción triste que pide una y otra vez a la estación local.

El problema para todos es que tratar de entender al asesino lo vuelve un problema real, ya no se trataría de un simple loco cuya bestialidad lo hace un monstruo que acecha en las sombras, sino un hombre metódico, cruel que duerme perfectamente por la noche.

Conforme el tiempo y los sospechosos pasan, los detectives tienen menos energía para investigar. Está claro que sus teorías no van a la par de la tecnología de la época, por lo que constantemente se topan con un muro de afirmaciones e ideas casi ridículas.

El deterioro emocional es real y comienza a arrinconar a los personajes principales, especialmente a Tae-yoon que ciegamente confía en los métodos correctos para llevar al culpable a la cárcel. Para cuando atrapan al mejor sospechoso, ambos detectives llevan una carga que ha afectado su desempeño y sólo quieren resolver el caso por y para ellos, las víctimas ya no importan, pues se trata más de una resolución personal que de hacer justicia.

Es, irónicamente, la tecnología infalible la que descarta a su principal sospechoso y que termina por quebrar a ambos personajes; Tae-yoon a punto de cometer un asesinato con tal de sentir la seguridad de haber dado fin a los crímenes y Doo-man reconociendo que el caso, el trabajo y la época que se avecina superan sus mejores capacidades.

Memories of Murder es la historia de un fracaso tras otro. Vivir con incertidumbre por culpa propia es el peor crimen sin resolver. La escena final, en 2003, nos muestra a Doo-man, ahora hombre de negocios, recorriendo la primera escena del crimen con la sensación de que ahí está la pista que nunca vieron.

Eventualmente una niña que pasa por el lugar le pregunta qué hace y dice que le parece curioso encontrarlo ahí pues hace poco vio a otro hombre ahí mismo “recordando algo que había hecho hacía mucho tiempo”, Al preguntar cómo era el hombre, la niña responde que era un hombre común, sin nada en especial. Doo-man no puede sino mirar directamente a la cámara, analizando a los espectadores, a todos los hombres comunes que guardan sus sombras tras vidas normales, porque entre ellos está el asesino, viéndolo directamente a los ojos.