PRI: ¿espejismos para la militancia?

¿Qué tienen en común los gobernadores de Campeche, Alejandro Moreno Cárdenas, e Hidalgo, Omar Fayad Meneses; la ex gobernadora de Yucatán, Ivonne Aracelly Ortega Pacheco, y el senador Miguel Ángel Osorio Chong?

Sí, acertó usted. Son priistas, pero un poco más allá de esa honrosa o despreciable etiqueta (el calificativo, estimado(a) lector(a), va de la mano de su preferencia ideologico-partidista), comparten el hecho de que sus nombres suenan “quedito” en los pasillos del Revolucionario Institucional para transformarse en el sucesor o sucesora de la queridísima Claudia Ruiz Massieu Salinas al frente de lo que queda del partidazo.  No son los únicos, pero sí los más “fuertes”, al menos dos de ellos.

Pero ¿con qué credenciales? Sin apasionamientos, permítaseme recordar.

Omar Fayad Meneses es un político “versátil”.

Alineado con las formas y los fondos, el hidalguense supo esperar el momento adecuado para decir “yo quiero” y regresar a la banca cuando le dijeron que no porque el efectivo era José Francisco Olvera Ruiz y debía esperar. Como se puede usted imaginar, se puso a hacer su chamba: trabajar para llegar a donde está, haciendo eso que ningún otro priista hidalguense sabe hacer: tejer fino. No estoy inventando nada, el señor consiguió la candidatura en su partido y a la postre la gubernatura y, además, es uno de los pocos priistas “bien vistos” en los círculos que rodean al presidente Andrés Manuel López Obrador, lo cual no le ha arrebatado el cariño del priismo en un estado que no sabe lo que es la oposición.

Su “versatilidad” le ha funcionado a las mil maravillas en el difícil arte de la política mexicana, es cierto, pero ya dijo que no a la dirigencia nacional. Al menos eso hizo en público bajo el argumento de quiere terminar la gubernatura. Ahí después se verá.

Luego está Miguel Ángel Osorio Chong, ex gobernador, ex secretario de Gobernación y ex amigo de peña nieto al que no pocos culpan (junto con el otro amigo del ex presidente, Luis Videgaray), de la megapatiza que la ciudadanía acomodó a la otrora irrompible hegemonía del partidazo durante la elección que ganó don Peje. La posibilidad de convertirse en el papas fritas del tricolor está en su agenda, dice, pero no tiene ganas de abonar a una ruptura interna, así que le “apuesta a la unidad” (le juro que eso dijo a La Jornada).

Él representa todo eso que el partido ya no quiere ser.

Toca el turno a la ex gobernadora Ivonne Aracelly Ortega Pacheco. Ella buscó la candidatura del tricolor a la presidencia en la pasada contienda y trabajó duro y bonito por ello. No eran pocos los que estaban dispuestos a darle el voto de confianza, especialmente cuando empezó a hacer señalamientos en contra de los grupos, los tecnócratas, las pésimas decisiones y las peores administraciones que el partidazo arrojó a diestra y siniestra a lo largo de la historia por aquí y por allá contaminando y diezmando las buenas cosechas en la granja de la “democracia” tricolor mexicana.  

¿Qué hace tan especial a esta mujer como para tener una real posibilidad de encabezar la presidencia nacional de su partido? Para responder, solo les comparto la entrevista que concedió a mis amigos del Diario de Yucatán y que fue publicada en su edición del 28 de enero: “Soy partidaria de que los espacios del partido deben abrirse a los ciudadanos, especialmente a los militantes que tengan deseos de aportar para recuperar al PRI, y hay que reconocer a quienes han sudado la camiseta por el partido, consultar a las bases y abanderar las verdaderas causas de los ciudadanos (…). En política siempre hay que estar conscientes de los tiempos. Y este es el tiempo de ayudar a la recuperación del partido, no solo de la derrota electoral sino de una recuperación ideológica, de sensibilidad social y de convicción de servicio”.

Lástima que, dicen, parte de sus huestes haya decidido dar su voto a quien hoy está al frente del país y eso le ha costado, siguen diciendo, mucho capital político.

Por último, y no por ello menos importante está otro priista consentido del gobierno federal: Alejandro Moreno Cárdenas, el único que ya hasta tiene compañera de fórmula en la persona de la hidalguense Alma Carolina Viggiano Austria, a quien presentó durante la quinta sesión del Consejo Político tricolor en aquella entidad peninsular y que es esposa de un priista que representa todo aquello que el revolucionarioinstitucionalismo ya no quiere: Rubén Ignacio Moreira Valdés, ex gobernador de Coahuila.

Moreno Cárdenas dice que quiere un partido que responda a la militancia y no a quienes se sienten influyentes; un liderazgo que surja de las bases (jajajajajaja) y no de un destape; promover una reforma para cancelar los vicios que dañaron al partido, que “cierre las puertas a la soberbia y las abra a la humildad”, dice que quiere, pues, y hasta permiso pidió, y se lo concedieron.

¿Importa en manos de quién queda la dirigencia nacional del partidazo? Por supuesto. A pesar de todo el cochinero que algunos de sus miembros han dejado a su paso por el servicio público, el PRI y toda su pestilencia forman parte de la vida política nacional y, dadas las circunstancias actuales, podrían convertirse en el fiel de la balanza en el mediano plazo si y solo si se deciden de una vez por todas a deshacerse de las manzanas podridas que, créalo, sobran en la canasta de la unidad tricolor…