Poesía y docencia: una perspectiva desde la experiencia personal por Antonio Neri Tello

Me recuerdo muy niño, tímido, inseguro y retraído. En casa había demasiadas carencias, éramos diez hermanos y mis padres, tenían que hacerse añicos para sacar adelante a su familia.

En casa, no había libros, los pocos que había eran de Editorial Porrúa, que mis hermanos compraban para trabajos escolares en la prepa. ¿Cómo me adentré a la lectura?¿Cómo decidí la poesía? Cuando estaba en la escuela tenía una compañerita, que sus papás se preocupaban porque tuviera libros, yo solía visitarla por las tardes, y en lugar de jugar (qué sí lo hacíamos), solía encerrarme en su cuarto a leer, así descubrí la historia de Tom Sawyer, «El gato negro» o «Guillermo Wilson». Mi papá me regaló mi primer libro, en un viaje al Distrito Federal me consiguió el libro Corazón. Diario de un niño. También fui lector de mis libros de “Español de lectura”, en la primaria. Me gustaban las historias, los cuentos, los personajes, al mismo tiempo que me gustaba escuchar la música. En casa no había espacio para la música infantil, pero se escuchaban música ranchera, boleros, cumbias y rock. Los gustos de mis hermanos y mis padres eran muy variados.

Quizá no pueda precisar el momento en que tomé la poesía como una forma de comunicación. Pero si puedo decir, que fue a través de los libros de texto, las lecturas y la música que me llevaron a ella. Que la lectura fue fundamental para acceder a ella y que con el transcurso de mi historia personal, en un elemento indispensable de mi rutina cotidiana.

Pero, ¿qué es lo que realmente importa sobre este tema? ¿Sobre la poesía y la docencia? ¿Cómo es que se relaciona?

Cuando se habla de poesía, no se puede definir con exactitud. Lo mucho a lo que se llega es a acercamientos. Sin embargo, sí debemos considerar que al hablar de ella entramos en el terreno de la comunicación y del lenguaje.

Cuando hablamos de comunicación debemos comprender que existe la necesidad de expresar, que esta necesidad, no nos corresponde solo como individuos. En el terreno de lo poético, nuestras necesidades e inquietudes son colectivas y universales, se inserta en un diálogo propuesto desde el origen de lo divino, desde que el hombre comenzó a registrar lo que le acontecía alrededor.  Lo que hay de escritura en las pinturas rupestres resuena, quizá como una reminiscencia ósea, que se encuentra en el ADN de las estructuras poéticas modernas.

Hugo Gutiérrez Vega escribió:

“Somos el polvo nuevo, de la palabra antigua”. Al referirse a ello, enuncia la naturaleza cíclica de las palabras, y al hacerlo, podríamos entender que la comunicación, desde la antigüedad es la misma, las necesidades, las inquietudes, nuestros problemas filosóficos se revitalizan y volvemos al origen perpetuo para volver a cuestionarnos  para encontrar nuevas aristas, nuevas visiones y otras formas. La comunicación poética es un prisma que al pasar por él nos descompone en esencias y dentro de ellas podemos encontrar la emotividad, la inteligencia, el rigor y el azar. Que son los elementos que Luis Cernuda para un poema.

Pero la comunicación necesita un lenguaje, un sistema de códigos convencionales, con los cuales las necesidades, inquietudes, afectividades y emotividades… transiten entre los hombres, y que al hacerlo, trastoquen el tiempo, lo que dice Octavio Paz en la eternización del instante o la búsqueda del presente.

El lenguaje poético, vas más allá del artificio lingüístico, crea nuevo significado y sentido a las palabras, a las oraciones. Destruye y crea nuevas gramáticas, se inserta el lenguaje a una lógica poética con la que pueda revelar las situaciones internas de los hombres, pero también muestra su condición con los demás, la otredad y con todo lo que le rodea. Lo mismo acerca hacia los infiernos personales, que muestra la comunión entre los hombres y con lo que lo rodea.

Estos dos conceptos, difíciles de desarrollar en menos de tres o cuatros cuartillas, son tan solo dos principios que están inmersos dentro de lo poéticos de muchos otros, que sirven en este momento, solo intuir lo complejo que representa el mundo de lo poético.

Lo difícil está en, cómo enseñar poesía desde la educación básica, si presuponemos que se puede enseñar “la poesía”.  El mundo de los adultos y los profesionales es complejo. Todo debe tener una explicación racional para cada situación, no hay una posibilidad para el asombro, lo emotivo, o para el pensamiento mágico, con el que los niños explican y tratan de entender su entorno.

En las escuelas se enseña rimas, métricas y licencias poéticas en algunos de los casos, se les enseña a los alumnos que las estructuras llevan nombres, dos estrofas de cuatro versos, seguidos de dos estrofas con tres versos, endecasílabos se llama sonetos, si tienen catorce versos, se les llama alejandrino, que ambos pertenecen a poesía de arte mayor. En cambio si tiene ocho sílabas se les llama romances o de arte menor, que de los romances pueden desprenderse la lírica popular, donde están los corridos, las canciones infantiles, las coplas.

Se les enseña a leer los poemas desde prejuicio, se hace énfasis en los “valores” y “sentimientos” de los poemas. Se les enseña a construir poemas para la madre, para el padre, para día de la bandera, a Benito Juárez. Se les enseña a declamar con los Motivos del lobo de Rubén Darío,  Reír llorando de Juan de Dios Peza, Porque me alejé del vicio de Carlos Rivas, se les pide que exageren en su interpretación el sentimiento para sentir el poema.

La realidad es que esta visión de lo poético corresponde al siglo XIX, y no quiero decir que este tipo de  poemas no tengan calidad, corresponden a otro momento histórico, con otra visión de la poesía, pero que después de más de cien años se alejan de la realidad de los estudiantes del siglo XXI, los viajes literarios se proponen en perspectiva, lo que sucedió en el siglo XIX el alumno deberá descubrirlo pero después de conocer su entorno.  Aquí está el reto del profesor, conocer el entorno de los estudiantes y comunicarse desde sus códigos.

Recuerdo que en un concurso de declamación, un supervisor de zona, altaneramente y con la prepotencia de su cargo, citó textualmente: “El grandísimo poeta que dejó sus versos clavados en la memoria, pero hoy no recuerdo su nombre”,  en la apertura del concurso, y para cerrar el mismo y para dar a conocer el resultado, al citar a Juan Gelman, porque su muerte era la noticia de la semana, pronunciaba la “G” como “Y”. Nadie en el acto oficial hizo reparo.

He aquí la crítica, la enseñanza de la poesía es a partir de las formas establecidas para poemas que se escribieron en el siglo XX, bajo los prejuicios sobre la estética y la belleza, y bajo los criterios y gustos propios del profesor.  Y la deficiencia va más allá; los programas de estudio no permiten detenerse de manera serie y consciente a revisar temas de gramática y sintaxis. Los alumnos no adquieren la habilidad de crear una oración simple, cuando la oración es el eslabón básico para estructurar su pensamiento, es por eso que resulta imposible comprender que la poesía trastoca la realidad y al hacerlo despoja de sus significados y de los sentidos a las palabras y a las oraciones y crea sentidos, significados y realidades nuevas.

El pensamiento de los niños es más auténtico, su lógica parte de la intuición, la imaginación, el asombro y lo lúdico. El lenguaje le representa un juego, un cerdo puede volar, y dentro de mundo nada es imposible, y ante el asombro busca una respuesta. Se preguntan por qué hay días, por qué hay noches, cuando se llega el verano, esto lo hace propenso al lenguaje poético, al lenguaje metafórico.

Cuando los profesores somos capaces de insertar a los niños en el juego, a partir de las rondas, de las canciones, cuando el niño crea sus historias a partir de otras, cuando se les deja ser en el juego, el niño no solo aprende de lo poético sino que viven él. Cuando el adolescente crea sus propios textos, o selecciona sus propias lecturas en la completa libertad, lejos de las estructuras, los prejuicios, de los valores impuestos, opinando abiertamente sin prejuicios  de por medio, es capaz de comprender su realidad.

La lectura de lo poético es una búsqueda personal, e individual. El reto del profesor es generar, el ambiente adecuado, lanzarlos a su búsqueda. Pero para ello, debe entender que el mismo debe estar en su propia búsqueda, dejarse llevar también por el juego y el asombro. Si no consigue que su búsqueda, desde la lectura, sea significativa para él, difícilmente puede ser factor para que el estudiante logre un aprendizaje significativo en su búsqueda.