Poemas de Anna Lombardo por Xánath Caraza

Anna Lombardo es oriunda de Locri, Calabria, Italia. Actualmente vive en Venecia. Su poemario Anche i pesci ubrianchi fue traducido al inglés en 2001. Su otro poemario, Con Candide mani, fue publicado por Edizioni Proget como parte de la colección de poesía L’oro dei suoni en 2020 en Italia. Es directora del Festival Internacional de Poesía en Venecia, la Palabra en el mundo, la palabra como acción de paz.

¿QUÉ OJOS TENIA TU MUERTE?  

¿Qué ojos tenía tu muerte, hermano de Bosnia?  

¿Qué ojos tenía tu muerte, madre de Tirana?  

¿Y la tuya, hermana de Sofía?  

¿Qué ojos la muerte de tu padre en Rusia?  

Y, cuáles tendrá  

¿para los niños de Chiapas? ¿Para los hijos de Tito?  

¿Para los hijos de Irlanda? ¿De España? ¿De Italia?  

¿Qué ojos tenía la muerte  

en la embajada de Lima?  

¿Qué ojos aquella muerte tuya  

mientras caías del andamio?  

¿Qué ojos tenía la muerte en Génova?  

¿Qué ojos en Nueva York, en Afganistán?  

¿Qué ojos tenía la muerte en el teatro de Moscú?  

¿Qué ojos en Bagdad, en Nassirja,  

en Guantánamo? 

¿Qué ojos tenía la muerte en Madrid? ¿En Beslan? 

¿Qué ojos tiene la muerte en Gaza?  

¿Qué ojos? 

¿Qué ojos tiene la muerte?  

¿Qué ojos? 

  Dime

¿Qué ojos? 

Dime

Los mismos ojos  

que han contaminado  

       globalizado  

       violado  

       ilusionado 

       amordazado  

       catolizado  

       embelesado  

       prostituido  

       envenenado  

       vendido  

       matado  

       comprado  

       destrozado  

       domesticado  

mi país, 

el nuestro. 

LAS NUBES SE HACEN BOMBAS  

Mis nubes-garzas  

han escapado-

inútil escrutar el azul,  

pupilas mías dilatadas-  

las nubes se hacen bombas,  

ahora      

el cielo precipita  

sobre las dalias, las fresias, tus tulipanes  

                                 mis dientes de león  

y la sombra negra  

alarga la sombra  

va más allá del  

más allá de este inmenso cielo  

más allá de nuestras risas  

retumba 

y nubes – bombas  

vuelcan una ancha, ancha boca  

-¿será el ogro del tiempo?-  

Todas las flores que me has donado  

ya son frágiles cristales   

pétalos decepcionados  

estambres mutilados  

savias estériles  

que no puedo 

no puedo retener entre las manos.  

LAS MANOS ALARGADAS

  

las manos alargadas  

por el viento 

como hojas 

devoradas por el tóxico  

progreso  

toca la punta 

de la lengua 

recovecos nuevos  

pero tan lejanos  

lejanos como la costa  

que esmerila 

el océano 

y llora sus peces.  

ningún desliz 

cansadas nenias  

vibradas al máximo  

por el éter 

etéreo e indiscutido  

dueño  

la irreverencia de perlados  

pétalos que se brotan  

delante  

aquí  

tu vientre abierto al mando  

maldiciendo  

me hechiza 

¡He aquí todo el tiempo  

en la mano! 

He aquí el gesto grande  

cantado virilmente  

—y vilmente en los siglos repetido—  

esconde 

la ansiedad por la larga espera  

finge gracia 

prestando zapatos elegantes.   

¡He aquí la mentira por fin!  

que la poesía 

reniega 

y el bolo 

regurgita 

la contradicción  

«que hace proceder»  

mientras tropiezo  

sonidos sobre hojas  

buscando piedras  

para guardar dentro  

dentro del enorme deposito  

privado 

y con respecto a las coordenadas  

… ¡coincidencias boreales!