Saludos, mis estimados seis lectores. Han pasado ya 15 días de mi última entrega y tal parece que mis apreciaciones en torno al desenlace de la novela priista ha llegado a un impasse bastante curioso.
No niego la cruz de mi parroquia y lo asumo. Yo soy uno de los que piensan (pensaban) que el buen Alito cabalgaba en caballo de hacienda hacia la dirigencia nacional del partidazo, aunque creo que ni será tan sencillo, ni está tan cantado.
El equipo de Alejandro Moreno Cárdenas, ex gobernador campechano muy apreciado por los liderazgos tabasqueños, está de cabeza y ni hablar del candidato y su inmaculada compañera de fórmula, hidalguense por cierto, cuyo nombre ni siquiera vale la pena traer a cuento, resulta “x”.
El punto es que todo estaba planeado y casi cocinado.
A pesar de los buenos esfuerzos de una dirigencia nacional de verdad harta de recibir órdenes, Alito se posicionaba como la opción real para que el partidazo y todos sus sectores y secuaces se convirtieran en la verdadera opción para rescatar a la nao que empezó a hacer agua hace años, por ahí de la década de los 90’s. Él y su sonrisa peninsular “lograron” aglutinar (dicen) el apoyo de todos los sectores del tricolor para cumplimentar una tarea que se antoja casi imposible ahora: reposicionar al revolucionarioinstitutocionalismo como la salvación real de esta República tan golpeada, robada y decepcionada.
Nada más alejado de la realidad.
El mejor de los asientos en el teatro priista es ocupado en este momento por una mujer de agallas y buenas intenciones. Claudia Ruiz sabe y conoce la responsabilidad que voluntariamente se echó a la espalda cuando todos, incluyendo en esa generalidad a exgobernadores, exsecretarios y exlegisladores, se hicieron a un lado por conveniencia e intereses personales; verdaderas especies en extinción que vieron el panorama y decidieron poner “sana distancia”.
Los roedores son los primeros en abandonar un barco que empieza a hundirse, todos lo saben. El agua es tan mala que hasta la bendicen y, aunque resulte una aseveración divertida, no deja de ser cierta.
No me atrevo a calificarles de miedosos, cobardes y zacatones porque no tengo la certeza, pero si algo es cierto es que cuando el partidazo más necesitaba vejigas pa’nadar, como se dice coloquialmente, esos y esas desaparecieron del aparador y se refugiaron en la comodidad del bajo perfil y mesas de análisis puestas a modo por sus incondicionales.
Pero Ivonne Ortega juega a ganar, como todos, la diferencia es que ella sí lo hace. La fuerza que representa en todo el país es superada, apenas y por momentos, por las huestes de un campechano sin respuestas y apuestas: él no dijo cuánto ha gastado, no explica los cómos y mucho menos los por qués. Ella se dio el lujo de construir una fenomenal estructura a lo largo y ancho de este México tan nuestro que habría podido marcar una diferencia en el pasado proceso electoral federal, pero era más importante estudiar en el viejo continente y dejar a la deriva al “candidato ciudadano” del partidazo.
Es cierto. Para enfrentar esas batallas están los paleros, hoy asumidos en la persona de Lorena Piñón, la tercera en discordia, siempre presente en apoyo del campechano, aun sobre el sector juvenil que dice representar y en donde apenas unos pocos conocen su segundo apellido: “Rivera”. Ella se ha encargado de hacer el trabajo sucio y cree tener a doña Ortega entre la espada y la pared. Alguien debería apiadarse de su falta de experiencia y explicarle que los patos ni tiran a las escopetas ni logran eludir a sus identificadores.
Ivonne, si se me permite el vulgar familiarismo, va con todo y podría ser una grata sorpresa…
El destape
El senador Julio Menchaca Salazar “rindió cuentas”.
Se plantó frente a un micrófono y habló de lo hecho y lo que viene en el Senado y la importancia de su chamba para los hidalguenses. Con él estuvieron afines y también los de la casa de enfrente, incluso los de otros lares aplaudieron, porque así debe ser. Desde Olga Sánchez Cordero, secretaria de Gobernación, hasta el polifacético gobernador Omar Fayad Meneses, pasando por otros legisladores y funcionarios federales, estatales y municipales.
Él dice que no, pero las palmadas en la espalda le sobraron para candidatearse a la gubernatura en la tierra de la barbacoa, el zacahuil y el Sosa.
Brazos en alto, sonrisas triunfalistas y murmullos de aprobación… Hidalgo dejará de ser un bastión priista.