Foto de Cristina Arreola Márquez
Y decían que a los primeros hombres
su dios los hizo, los forjó de ceniza.
Esto lo atribuían a Quetzalcóatl,
cuyo signo es 7-Viento,
él los hizo, él los inventó.
[“Los cinco Soles”, Teotlahtolli]
- Acaricie a su mascota. Si es un gato: mejor. Si tiene la posibilidad de acariciar a más de uno, siéntase el más afortunado. Si no tiene mascota, acuda a sus vecinos: nunca falta una colonia sin los ladridos de un perro que rompen la tranquilidad nocturna.
- Haga maletas. Así es: no se puede adquirir completa felicidad si uno se retrae en el mismo espacio húmedo donde se descargan las angustias diarias.
- Si es posible viaje a un lugar rodeado de naturaleza, lo más incivilizado que le sea posible.
- Ámese. Ame. Déjese amar. Qué importa si dicen que el amor no existe. Qué importa si en realidad no existe: crea en él.
- Observe la caída del sol sobre las montañas. Fíjese en cada mínimo detalle que le sea posible. Note cómo cada nueva hora las sombras de los árboles revelan nuevos paisajes.
- Respire el aire limpio, tan limpio que hace replegar los miedos a la distancia.
- Escuche el viento a través de las ramas de un árbol. Embriáguese de ello.
- Permita que la lluvia le moje. Camine bajo ella.
- Admire el arcoíris cual niño. Separe en el aire sus colores y quédese ahí hasta que desaparezca.
- Vaya a hospedarse en las cabañas de “Las Trancas” en Pinal de Amoles, Querétaro. No hay mejor lugar para estar distante de televisión, internet, bullicio, estrés.
- Ya que está ahí, vuelva a apreciar los cambios de luz natural en las montañas que le rodean. Que la sierra queretana sea su único confidente.
- Cuando sea de noche: observe la nada en una oscuridad interminable. Permítase el suspenso.
- Después que el viento se lleve las nubes y la lluvia, asómese por la ventana y vea la inmensa luz de los astros derramada sobre el campo. Permítase la paz.
- Despierte de madrugada y vea cómo el tiempo se ha detenido. Haga el amor.
- Grite.
- Cuando haya clareado, descubra la belleza que traen los primeros rayos de sol y vuelva a tatuar en sus recuerdos ese esplendor.
- No pierda detalle del paisaje.
- Camine kilómetros hasta que crea no poder más. Llegue al “Puente de Dios” y báñese en él.
- Respire la brisa de las cascadas. Toque la suavidad de las rocas. Toque lo áspero también.
- Contemple la cascada “El Chuveje”.
- Bañe su mirada en los estanques.
- Permítase olvidar su celular.
- Permítase desprenderse de esos lentes que olvidó en algún lugar.
- Deje libre la pulsera y el anillo también.
- Sienta la oportunidad de sudar hasta el cansancio y de cubrirse el frío hasta con unos brazos, después.
- Cuando nade: permita la histeria de un par de segundos extra bajo el agua. Luego llénese de aire y vuelva a nadar.
- Pero cuando sea el momento de retornar a la civilización y enfrentarse con la realidad: tómese su tiempo. Que en su ausencia no se detuvo el tiempo, las malas noticias llegarán en estampida y le recordarán que M. no sólo es tranquilidad.
- Y si le es necesario un respiro de todo ello: vuelva al recuerdo, hasta que venga una siguiente oportunidad de escape.
Cascada «El Chuveje»
*
Puente de Dios
Fotografías por Cristina Arreola Márquez.