Parménides: el pensamiento, el lenguaje y la ausencia del ser

Parménides nació en Elea, alrededor del año 500 A.C. Los filósofos griegos, principalmente los presocráticos, fueron las mentes fundacionales del pensamiento occidental. Esto se debe a las libertades que permitía la cosmovisión griega. Esta, al construir su religión sobre una mitología basada en los cantos de poetas, permitía que sus dioses se fuesen reinventando conforme la sociedad crecía. Además, estos dioses nunca se proclamaron creadores de todo, simplemente fueron conquistadores. Algo destacable de los dioses griegos es su humanidad: así como razonaban desde el Olimpo, caían libremente en sus pasiones. La gestación de sus hijos requería del sexo, a diferencia de la mitología judeocristiana, por ejemplo. Este tipo de sociedad permitió que las ideas se alborotaran más libremente.

Esta libertad se puede ver en Jenófanes-maestro de Parménides[1]cuando él, en uno de sus poemas dice: Entre los Dioses/hay un dios máximo/y es máximo también entre los hombres. Saltando unos versos, el poema termina así: Con preeminencia claro/ es que en lo mismo permanece siempre/ sin en nada moverse, /sin trasladarse nunca/ en los diversos tiempos a las diversas partes.[2]

En estos versos se concibe el estado primitivo de La Unidad. Además, niega la existencia de los dioses o, al menos, niega su total superioridad. Este concepto sería ampliado por Parménides en su Poema Fenomenológico[3] donde declara que nada cambia: La una: / Fuego es, etéreo de llama, / ente benigno, / sutil en grado sumo, / por todo modo idéntico consigo; / con la otra, por ninguno. / Pues, que todas las cosas / Noche y Luz cual con nombre se apellidan, / y ya que todo lo de todas ellas / de ambas potencias se hace la medida, / todo, de vez, está de Luz colmado y no luciente Noche, / que ninguna otra cosa/ entre ambas, Luz y Noche, se interpone.

Primero, el poema nos declara la unidad del fuego: por todo modo idéntico consigo; con la otra, por ninguno. Por lo tanto, no hay “fuegos”, solo un único fuego. En la segunda parte del poema, Parménides elimina la existencia de los contrarios por las ideas únicas; esto lo expresa en: de ambas potencias se hace la medida/ todo, de vez, está de Luz colmado y no luciente Noche.  En estos versos, Parménides dice que la oscuridad no es una idea por sí misma, sino la ausencia de Luz. Esta definición de la unidad lanza una falacia, como bien notó Bertrand Russell en su libro “History of Western Philosophy”. Si utilizamos otra palabra diferente a fuego, digamos: Jorge. Según Parménides, la palabra Jorge existe porque soy capaz de pensar en algo llamado Jorge y, según él, este concepto de Jorge será universal. Pero yo puedo redefinir a Jorge constantemente, ya que puedo estar pensando en diferentes Jorge. Tampoco se tomó en cuenta la nebulosa de la memoria y la historia: a Jorge lo pude haber conocido a través de los libros o de simples rumores, esto implica que la imaginación se convierte en un factor importante.

Sin embargo, Parménides fue más allá de la mera referenciación de las palabras. En su  Poema Ontológico[4] dice: Esta: /del Ente es ser; del Ente no es no ser/ es senda de confianza /pues la Verdad le sigue / Estrotra: del Ente no es ser; y del Ente es no ser, por necesidad, / te he de decir que es senda impracticable / y del todo insegura, / porque ni el propiamente no-ente conocieras, / que a él no hay cosa que tienda, / ni nada de él dirías; / que es una misma cosa el Pensar con el Ser. Saltando unas estrofas se continúa en: Un solo mito queda cual camino: el Ente es. / Y en este camino, hay múltiples indicios / de que es el Ente ingénito y es imperecedero, / de la raza de los “todo y solo” / imperturbable e infinito.   

En los primeros versos encontramos una de las grandes invenciones de Parménides: la metafísica a través de la lógica. Este método evolucionaría hasta Hegel con la aparición de su dialéctica. También, establece la relación de doble implicación entre pensamiento y ser: Para ser, hay que pensar y para pensar hay que ser. Ya en los últimos versos, Parménides habla de la eternidad del ser. Por eso, en su poema fenomenológico, declara que todo es invariante: porque el ser, en su definición, no varía. Simplemente, se es para siempre.

Parménides fue alguien adelantado a su tiempo y aún se puede seguir explorando su pensamiento y llegar a conclusiones interesantes. Pero hay cosas más importantes que las conclusiones y estas son las preguntas. Parménides a través de todo su pensamiento, que se encuentra principalmente en poemas, no define una localidad del ser. ¿Cuántas cosas podemos definir acerca del ser dentro de nosotros mismos? Todo lo definimos a las afueras de la individualidad: el amor lo definimos como una acción, la vida es una interacción con el entorno y, principalmente en esta sociedad, nuestro nombre adquiere significado a través de nuestro actuar. Entonces, todo parece ser ajeno a la individualidad de quien define las cosas. Rudolf Otto, un teólogo alemán definió a todo lo sagrado como algo afuera del ser, esto lo hizo a través de la dialéctica Hegeliana. A través del trabajo de Parménides, definimos las existencias a través del pensamiento sublimado en el lenguaje y, por lo tanto, cada pensamiento es una referencia de algo. En ningún momento el individuo se define a sí mismo a través del lenguaje. Incluso, cuando se relaciona al ser con el tiempo a través de la historia, solo se construye una existencia en función de una secuencia de definiciones y acciones. Entonces, ¿en dónde se autodefine el ser?

 

 


[1] Metafísica de Aristóteles.

[2] Extraído de: Los Presocráticos. Traducción y notas por Juan David García Bacca. Fondo de Cultura Económica. Cuarta edición, 1984. Ciudad de México, México. P. 21.

[3] Ibidem; P.47

[4] Ibidem; P.37