Páramos del siglo XXI

Vivimos años de incertidumbre, décadas, eras.  Hemos sido testigos de un constante desfile de hechos objetables, en los que la controversia forma parte del orden del nuevo milenio. No sólo nos movemos entre páramos distópicos advertidos por el pesimismo de George Orwell, en el que el orden social tambalea y con ello, la filosofía actual.

El arte abrazó el abstracto y cuando no había más qué ofrecer apareció el arte conceptual; surgió en contraposición al arte objeto, que nos presentaba un producto final; como un acto de rebeldía en el que se asume que el concepto tiene mayor valor que la obra.

Algo similar ocurrió en el siglo decimonónico durante el movimiento artístico del Dadaísmo: todo arte basado en la negación está condenado a destruirse; esto finalmente ocurrió.

Por el contrario, el auge del conceptual parece tomar fuerza, escala entre los estratos económicos más altos; se vende, se sobrevalora, se sobreestima y categoriza al comprador de arte conceptual, al coleccionista que no adquiere una pieza, sino en la mayoría de ocasiones, sólo un certificado del “concepto” que se llevó a cabo en alguna sala de una galería de nombre y apellidos rimbombantes y extranjeros.

Contra este movimiento artístico se han manifestado artistas en Galicia, España, en 2008 al crear o descubrir el Hartismo; movimiento con hache, que enfatiza el hartazgo de creadores ante el creciente boom conceptual.

Ya antes, el aguerrido crítico de arte, el australiano Robert Hughes había manifestado fervorosamente su opinión con su controvertida opinión sobre Francis Bacon al enfatizar que su obra es solamente “papel para atrapar moscas”, además de su postura ante el arte posmoderno, al sentenciar que  era “el vómito de los 80”.

Su estilo audaz y descarado ha sido la evidente inspiración de críticos actuales, tal como Avelina Lésper, mexicana de acérrima posición que expresa su indignación total ante el arte actual al externar que “el arte contemporáneo es una farsa” en charlas, columnas en periódicos de circulación nacional, programas televisivos en cuanta oportunidad se presente.

Los adeptos del conceptual satanizan a la crítica, quien en últimos días detalló en su blog la obra del protegido de una de las galerías más poderosas de México, Kurimanzutto; Gabriel Orozco. El texto referente al Oroxxo de Orozco, subraya: “ La obra de Gabriel Orozco es perfectamente consecuente con sus limitaciones, su repetitivo repertorio utiliza lo más elemental que tiene al alcance, el tema de su obra es el mínimo esfuerzo”.

Orozco no es cualquier artista, se trata de uno de los representantes del arte contemporáneo más importantes del mundo y el más reconocido de México, por lo que su obra genera expectación no sólo en la esfera nacional.

Su más reciente obra, el “Oroxxo” como le nombra, ha sido el estandarte máximo en la decadencia artística actual, la mofa, la desvalorización de las categorías estéticas, no sólo son parte del cotidiano sino en sí mismo engloba un contexto psicosocial en el que la desvalorización y denigración del trabajo de una persona de clase trabajadora son la comidilla de los “artistas” de clase alta, quienes en su mayoría apuestan por el movimiento conceptual, al carecer de habilidades básicas como el dibujo o ilustración y se centran en la teorización de cortinas de humo en la que una bolsa de papel estraza es el estelar de una galería al precio exorbitante de 25 mil dólares.

 

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