Onanismo literario

Publico un artículo cada quincena. Un libro cada año. Un álbum musical cada dieciocho meses. ¿Para qué? Eso me pregunto. No lo sé. Eso me respondo. O sí lo sé. Hago todas esas cosas para mí. Para leerlas y escucharlas. Hace ya tiempo que no pienso en el hipotético lector u oyente.

Leo mis artículos asiduamente. A veces me espanto. ¿Esto lo escribí yo? Horrible. Tan recargado. También me horrorizo cuando releo una vieja novela. Lo bueno del asunto es que enseguida me pongo a corregirla. La termino y me digo que ahora sí, que por fin podré leerla sin sonrojarme.

Punto y aparte porque los párrafos largos enfarragan. El verbo enfarragar se lo inventó Dad mientras escribía El vampiro virgen. He mentido. Este verbo ya se utilizó en 1986. En El País. En Cultura. En una crítica musical. Así pues, el inventor del verbo sería Gonzalo Alonso Rivas. Mientras no se demuestre lo contrario.

El Nocturno de Bolaño es párrafo y frase. Y tanta letra junta enfarraga. Lo lees porque vale la pena, pero no hubiera sido lo mismo sin la frase-mazo. Ahora recuerdo que un crítico dijo que la última frase sobraba. No lo entiendo. No entiendo que un crítico literario no sienta el golpe de esa frase-mazo.

Escribo para mí. He publicado 118 artículos en la revista literaria Monolito. Y los voy leyendo de tanto en tanto. También leo las cosas de los otros, los libros de otros. No es lo mismo. Leerle no es lo mismo que leerte. Onanismo artístico. Consumir tu propia producción artística. Quizás el futuro está ahí.

El futuro no existe. Quizás el presente está ahí. Aquí, desde luego, no está. Extraño juego de palabras. El presente que no está sabe a inquietud. A miedo. A desesperanza. A derrota. El castillo de naipes podría caer. Eso dicen. Y se quedan tan panchos. 

Kewo, el protagonista de El vampiro virgen, es muy pancho. Un pancho rebelde. «Detesto al género humano. Quisiera desterrarme, pero soy adicto a la sociedad. Adicto a la sociedad. Así me siento. ¿Por qué? Porque soy incapaz de vivir sin frigorífico. Cuando digo frigorífico, pienso en toda la parafernalia que me rodea. Es para volverse loco. Estoy atrapado en un mundo industrializado. Nací atrapado».

Este tipo de cosas dice Kewo. «Lo peor es que se trata de un mundo estúpido. Unos estúpidos han creado un mundo estúpido y me han encerrado en él». Pero ¿quiénes son esos estúpidos? Y sobre todo, ¿son esos estúpidos conscientes de su condición? 

«¿Qué es la sociedad? ¿Quién es? Un monstruo, sin duda. Creado por nosotros, sí, pero sin saber lo que hacíamos». Esta es la conclusión de Kewo. Una conclusión terrible. Y yo aquí haciendo onanismo literario. Mi vicio. Supongo que cada uno tiene el suyo. Tal vez arda en el Infierno, pero a mi manera soy feliz, y toda felicidad tiene un precio.