Nota de traductora para Corta la piel de Xánath Caraza por Sandra Kingery

Corta la piel (FlowerSong Books, 2020) de Xánath Caraza es una pieza literaria muy fuerte.  Estas sesenta y dos pequeñas prosas poéticas interconectadas estimulan al lector con imágenes que lo abarcan todo desde luchas personales de la protagonista, eventos actuales, hasta la conquista de las Américas. El sobrecogimiento que produce contemplar un mundo que es, como murmura Violeta en la primera historia, “un caos” (39) se atenúa con destellos luminosos de la belleza del mundo natural y una alabanza al poder de la escritura, todo expresado en textos que brillan con la energía, el brío y la autenticidad encontrada en toda la escritura de Xánath Caraza.

Las dos protagonistas en estas historias nos permiten niveles duales de la realidad: en un nivel primario, tenemos textos en letra de molde que se enfocan en Violeta la escritora.  Esa primera Violeta crea la ficción dentro de la ficción, las historias en cursivas escritas por Violeta sobre un personaje ficticio que también se llama Violeta. Estas historias anidadas enfatizan el proceso creativo ya que nuestra protagonista primaria inventa una protagonista secundaria que comparte muchas de sus experiencias y preocupaciones del mundo.  Ambas sufren soledad y una relación fracasada, ambas gozan de la belleza de la naturaleza (la luna, el agua, la niebla, el canto de las aves), ambas son inevitablemente engullidas por los recuerdos de su pasado problemático cuando oyen el silbato de los trenes y ambas celebran el poder de la palabra escrita. La naturaleza dual de las dos Violetas es más inmediatamente aparente en “La pérdida”, la única historia que incluye tanto letra de molde como cursivas: “Los grupos racistas se estaban organizando y cada día el peso de su energía negativa se sentía más.  Era una pena, un peligro.  No hay nada peor que la ignorancia, escribía Violeta pero se equivocaba, todavía había algo peor…” (71).  Referencias posteriores al proceso de escritura de la primera Violeta son más sutiles ya que permanecen en cursivas: “Es muy fácil proyectar los miedos propios en el otro y después culparlo, continuó escribiendo Violeta” (73).

Este énfasis en lo escrito continúa a lo largo de todo el libro.  Por ejemplo, en “Falsa alarma”, la primera Violeta reflexiona sobre todo lo que escribió en las historias inmediatamente precedentes: “se distrajo pensando… en lo que había escrito sobre los jóvenes desaparecidos en México, sobre la cancelación del TPS, la separación de familias y en las recetas que compartieron ella y Golda” (51).  El proceso de escribir está también al frente en “La hora de las golondrinas”, donde una línea en el texto en cursivas aparece tachada, revelando el proceso de edición de Violeta y la naturaleza contingente de sus palabras: “Lluvia obsidiana en corrientes aéreas con el crepúsculo (la hora de las golondrinas)” (111).

Veintiuna historias se enfocan en la primera Violeta, nuestra escritora, y estas historias se expanden para abarcar retratos cortos del padre violento de Violeta, su abuelo gay quien nunca pudo salir del closet, su madre, exnovios y amigos.  Las descripciones de su vida diaria alternan con las historias acerca de las reacciones emocionales que tiene a los lugares que visita o las noticias que confronta.  Sus viajes a varios sitios en España que conmemoran la conquista de las Américas nos ofrecen algunas de las historias más conmovedoras en el libro. Estas visitas “le han quebrado y sacado lágrimas.  Cuánta pérdida, cuánto dolor, cuánta invalidación hacia su pueblo” (113). Cuando visita las réplicas de las tres carabelas de Colón, internaliza los horrores que sucedieron en las bodegas y no pudo entrar: “Sentía el dolor de los esclavos, la pestilencia y las condiciones infrahumanas de lo que vino más tarde. De esa carga humana que injustificadamente llevaron por tantos años” (119).

El énfasis en las injusticias del pasado en los textos de la primera Violeta hace eco en las historias en cursivas que ella escribe pero los textos en cursivas tienden a enfatizar eventos actuales—tanto personales como sociales—más que el pasado distante.  Incluyen horrores actuales (la política de separación de familias en los Estados Unidos, la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, México) y también algunas de las historias más cortas, más poéticas, que abarcan mito y metáfora y musicalidad (e.g., descripciones de pavo reales, cantantes de fado, criaturas míticas y una bailaora de flamenco quien es “poesía en movimiento, amor en llamas” (129).)

A pesar de los énfasis diferentes en las historias relacionadas con cada una de las dos Violetas, ambas acaban por enfocarse en el poder y trascendencia de la escritura, las palabras y la poesía.  Abundan las referencias a poetas y escritores (Camus, Fernando Pessoa, Armando Palacio Valdés, Julio Cortázar, Cervantes, Unamuno, Safo).  El optimismo de la creación es celebrado en un “Mundo donde la tinta reina, donde los pensamientos quedan plasmados en el papel para la eternidad” (155) y Violeta “juró dedicarse a ella.  Poesía: soy tuya” (99).

El poder del mundo escrito es momentáneamente puesto en duda en la historia final cuando “Hojas sueltas de un manuscrito penetraban el gélido viento de la madrugada después del choque de los trenes” (161).  El pathos de perder ese manuscrito de palabras escritas es mitigado por la última imagen en el libro cuando “Una hoja de papel, como filo de navaja, ha cortado profundamente la piel de la escritora.  Gotea la sangre en las hojas blancas.  El papel la absorbe mientras se expande” (161).  Esta descripción final completa el ciclo y nos regresa a la primera línea del libro, cuando “A Violeta le empezó a sangrar el dedo índice” (39).Por lo tanto la tinta en la página es reemplazada por la sangre vital de la escritora quien cuenta su propia historia a su manera, primitiva, orgánica, profunda.

Es un placer siempre tener la oportunidad de traducir historias que son tan ricas y poderosas y hermosas.  Este proyecto de traducción fue especialmente conmovedor para mí, ya que traduje estas historias con un grupo espectacular de estudiantes en una clase de Traducción que ofrecí en Lycoming College en la primavera de 2019.  Quisiera reconocer a todos los dieciocho estudiantes aquí una vez más: Caleb M. Beard, Abril M. Cardenas, Hanna Cherres, Joshua Josue Cruz-Avila, Angelina M. Fernandez, Luis Felipe Garcia Tamez, Elizabeth J. Hernandez, Galilea Landeros, Esmeralda Luna, Lyssett Ortuño, Rocio A. Quiñonez, Toussaint R., Karla I. Rios, Emily K. Sampsell, Michael Sanchez Palacios, Briana A. Tafoya-Saravia, Leví A. Tristán Aguirre y Aaron M. Willsea.

Traducir un libro para publicación con estudiantes de licenciatura es un tipo de tarea inusual (y algunos dirían, temeraria) pero ya que este proyecto terminó siendo tan exitoso, me gustaría compartir un poco sobre el proceso.  La versión previa a este proyecto particular fue una traducción en conjunto que hice con otra estudiante, Kaitlyn Hipple (Lycoming College, 2018), para la cual pasamos dos veranos traduciendo Metztli de Xánath Caraza.  Recibí un subsidio de investigación para docente-estudiante de La Fundación Andrew W. Mellon para comenzar a traducir algunos de los cuentos en el libro con Kaitlyn durante el verano de 2016. Kaitlyn hizo un trabajo tan grandioso ese primer verano que solicité un Subsidio de Verano de Investigación para Estudiante, parcialmente apoyado por el legado para Estudiante-Docente del Chairman Arthur A. Haberberger para completar la traducción con ella el siguiente verano.  Como resultado final: una recién graduada al principio de su carrera de maestra de español, Kaitlyn Hipple ya tiene una traducción publicada, y Metztli fue galardonada con el Segundo lugar como Mejor Colección de Cuento en los International Latino Book Awards de 2019.

Haber traducido con Kaitlyn fue una experiencia tan positiva que cuando empecé la planeación de la más reciente iteración de mi clase de Traducción, tomé en serio la petición de la Fundación Mellon para docentes en las artes y humanidades para considerar cómo traer nuestra investigación al salón de clase para que más estudiantes tengan la oportunidad de participar y aprender de nuestro trabajo.  En el momento en que yo estaba contemplando maneras en cómo pudiera hacerlo con mi clase de Traducción, Xánath compartió su manuscrito de Corta la piel conmigo.  Este libro me fascinó desde la primera vez que lo leí, y pensé que estas prosas poéticas cortas eras perfectas para un proyecto de traducción de un semestre de duración.  Cuando le pregunté a Xánath cómo se sentiría que yo tradujera el libro con mis estudiantes, inmediatamente acogió la idea.

Así nació este proyecto.  Durante la primera semana del semestre, encargué a todos los estudiantes traducir dos historias: “43” y “Nuestros niños”, y las trabajamos juntos a lo largo de las primeras semanas.  Quería que los estudiantes vieran cómo pienso sobre las preguntas de traducción, y seleccioné esas historias específicas porque quise retar a los estudiantes a que sobrepasaran la inevitable primera etapa de pensar simplemente en palabras individuales u oraciones.  Los estudiantes rápidamente entendieron que para traducir estas historias efectivamente, necesitarían someterse al contexto de cada historia y apreciar su poesía y musicalidad.

Después de esas dos primeras historias, dividí a los estudiantes en grupos con los que trabajarían el resto del semestre.  Tuve la suerte de tener dieciocho estudiantes en la clase, lo que me permitió formar una tabla perfecta de grupos de tres y grupos de seis para que pudiéramos trabajar las historias en lo que es, a veces, llamada la técnica de rompecabezas.


SEXTETO 1 SEXTETO 2 SEXTETO 3
TRÍO A Leví Briana Aaron
TRÍO B Karla Rocío Joshua
TRÍO C Emily Michael Hanna
TRÍO D Toussaint Esmeralda Galilea
TRÍO E Luis Abril Angelina
TRÍO F Lyssett Caleb Elizabeth

La técnica de rompecabezas funcionó de la siguiente manera: cada semana por las siguientes diez semanas, cada Trío tradujo una historia diferente.  Los estudiantes prepararon una traducción de tarea y después trabajaron esa historia con su grupo.  Después de que cada Trío produjo una versión editada grupal, entonces la clase cambió a Sextetos, donde trabajaron en todas las seis historias.  Los Sextetos mandaron ediciones o sugerencias a los Tríos, quienes trabajarían la historia otra vez con las sugerencias de cada uno de los tres Sextetos diferentes.  Los Tríos me entregarían su nuevo borrador a mí, al cual le haría notas con preguntas, comentarios y sugerencias y todo el proceso comenzaría una vez más.  En cualquier momento, los estudiantes pudieran estar trabajando en el primer borrador de un juego de historias, en el segundo borrador de otro juego, en el tercer borrador aún de otro juego y así consecuentemente.  De esta manera, cada historia en el libro fue editada por cada uno de los estudiantes en la clase en múltiples ocasiones, y pudimos encontrar una voz unificada para el texto entero.

Para mi sorpresa este proceso funcionó maravillosamente bien. Los estudiantes tomaron el proyecto seriamente y produjeron traducciones excelentes.  También nos reunimos con Xánath por Skype, lo que permitió a los estudiantes hacerle preguntas sobre las historias.  Más importante aún motivó a los estudiantes a esforzarse para encontrar la mejor traducción posible para las historias porque admiraban a Xánath tanto, después de esas reuniones, que no querían desilusionarla. La primera pregunta que una de los estudiantes le hizo a Xánath fue: “¿Qué te da miedo al pensar que nosotros traduciremos tu libro?”  La respuesta inmediata de Xánath a esa pregunta (“¿Miedo? Yo no tengo miedo de nada. Me siento muy honrada de que ustedes trabajen en este proyecto”) les dio confianza, y sus expresiones de admiración, constantes y generosas, a los traductores y al arte de la traducción incentivó a los estudiantes a tomar las riendas de la traducción que ellos ya estaban escribiendo. En sus reacciones escritas a las conversaciones con Xánath, muchos de los estudiantes escribieron sobre lo orgulloso que estaban al descubrir que la autora respetaba su trabajo.

Como todos los traductores, los estudiantes necesitaron investigar muchas de las referencias en el libro, desde lugares en España, Italia y Grecia, hasta figuras históricas y eventos actuales.  Después de haber hecho ese trabajo, frecuentemente querían hacer notas a pie de página o glosar

el texto para explicar las referencias que ahora entendían.  Los incentivé a honrar los misterios y ambigüedades del texto original y conferir al lector angloparlante el derecho a descifrar las referencias de la misma manera que un lector hispanoparlante lo haría.  También fue necesaria, para algunos estudiantes, la reafirmación de que no necesitaban “arreglar” “oraciones incorrectas”, tales como “Anoche las olas y la luna blanca” (41) o “Nueva York, esa ciudad maldita, llena de puentes metálicos, donde la soledad, ha descubierto, se siente más profundamente” (43). Una vez que se dieron permiso de “romper las reglas”, rápidamente entendieron que estas pequeñas historias están explotando, plena y llanamente, de ritmo y poesía, lo que nosotros, ciertamente, no quisimos suprimir.

Muchos de los estudiantes necesitaron motivación para pensar en los sonidos de las palabras, no simplemente su significado y pronto comenzaron a disfrutar del juego de aliteración y consonancia en formas que pudieran replicar algunos de los sonidos del texto original. Aprendieron a apreciar el hecho de que aun cuando no pudimos recrear exactamente el mismo patrón de sonidos en exactamente los mismos lugares, pudimos a veces crear un efecto similar en un lugar diferente o con sonidos diferentes. Por ejemplo, al final de “Los caprichos de la luz”, reemplazamos el sonido sibilante en español (“Tu voz, mezclada con el viento y el agua, sigue susurrando incomprensibles sueños. Sangra dolor desde la roca” (151)) con el sonido de la W en inglés que también sugirió los sonidos de la naturaleza que rodean a la protagonista: “Your voice, mixed with wind and water, continues whispering incomprehensible dreams. Sorrow weeps from the rocks” (152).

Quizá, como era de esperarse, la pregunta de traducción que creó mayor desacuerdo en la clase fue el título del libro.  Las variaciones para “corta la piel” aparecen nueve veces en el libro y ambas “corta” y “piel” ocurren en otros contextos también.  Necesitábamos una frase que funcionara tanto como título como en cada uno de esos lugares, algunas de las cuales hacían referencia a una laceración literal en la piel mientras que otras eran referencias emocionales o heridas figurativas.  La frase también aparece en el epígrafe—un fragmento de un poema de Sin preámbulos / Without Preamble que yo había previamente traducido como “cuts the flesh”. Una vez que acordamos en “it pierces de skin”, como nuestra traducción, cambié mi traducción en el epígrafe para que concordara.

En la primera conversación con Xánath con la clase, nos explicó que escogió el título para esta colección como una forma para enfatizar el dolor y la injusticia que existe en el mundo de hoy.  En las respuestas finales, en forma de cartas, a Xánath, muchos estudiantes señalaron aptamente que el libro no sólo refleja ese dolor sino que también motiva al lector a actuar, a buscar justicia, a luchar por un mundo más equitativo.  Los estudiantes también se maravillaron por cómo un libro que subraya el dolor también puede reflejar la belleza, la poesía, la dicha que se encuentra en el mundo.  Xánath Caraza es de ese escaso grupo de escritores quienes pueden hilvanar con esa aguja, enfatizando los problemas y las dificultades del mundo mientras agasajan a su lector con belleza y esperanza.

Quisiera expresar mi gratitud a Lycoming College por apoyar este proyecto, particularmente al Presidente Kent Trachte, al Secretario Académico Philip Sprunger y al departamento de Estudios de Lenguas Modernas. Gracias a Kaitlyn Hipple por abrir el camino. Así mismo y especialmente, mi gratitud y aprecio a Xánath Caraza.