Nadie tiene que pensar que está solo

Una queja constante de muchas personas es la soledad. Sufren supuestamente de un sentimiento de abandono, de no saberse comprendidas, acompañadas, mucho menos amadas.

Desde hace algunas décadas, se habla de cómo la sociedad posmoderna cuenta entre sus características con una especie de individuación que lleva a experimentar un sentimiento de abandono y vacío (Lipovetsky, La era del vacío, 1983).

Aspecto que incluso se ha dicho, tiene relación con la compulsión a comprar, es decir, se compra para sentirse menos solo. Discurso o axioma que se ha convertido en un referente constante al referirse a la sociedad actual.

Algo de cierto habrá en lo anterior, si no cómo entender la permanencia de ese discurso, de un discurso que instala al sujeto contemporáneo en una dinámica simple: soledad igual a consumismo.

Sin embargo, nos parece que hay algo más allá de esa simpleza, que más parece un artículo de compra, en tanto idea, que una verdad. De acuerdo a nuestra práctica psicoanalítica, escuchamos en muchas personas cómo los antepasados son convocados gracias a la palabra del sujeto.

La persona hace presente en su palabra, es decir de forma simbólica, a su madre o a su padre. Aparecen en el consultorio representados por su boca, las personas con las que quiso o quiere hablar.

Les hablan, les preguntan, les escuchan. Y es algo que resulta importante para un trabajo de recolección de piezas sueltas en la vida. Es una suerte de historizar la vida, y en consecuencia, poder reconstruir ante la posibilidad que brinda la palabra.

Curiosamente, ante la queja de soledad, el sujeto se ve acompañado por sus familiares, sus antepasados que de acuerdo al momento requerido, se presentan para decir algo, que si el sujeto puede escuchar, será de gran beneficio.

Es algo que sobre todo se presenta en el relato de sueños por parte del sujeto. La aparición en el sueño de algún familiar ya fallecido viene a anunciar algo de lo familiar, por lo tanto siniestro, que entre el miedo y la incertidumbre conduce a una vía de resolución de conflictos.

En otras palabras, son esos fantasmas los que muchas veces traen la salida ante aquello que aqueja al sujeto, lo cual tiene que ver con un conflicto de intereses, con un no saber qué hacer en determinada situación.

Como bien señala Freud (La interpretación de los sueños, 1900), se trata del sueño como cumplimiento del deseo, que en este caso se trata de un deseo por salir de vacío, del problema, del conflicto.

Cuando se da el momento de escoger entre una u otra opción, entre uno y otro objeto, si el sujeto tiene tiempo de escuchar y meditarlo, son esos fantasmas del pasado, quienes vienen a entregarle no sin dificultad de interpretación, el camino más viable en su encrucijada.

Por eso es de llamar la atención cuando el sujeto sufre de soledad, cuando manifiesta un sentimiento de abandono, porque en la realidad psíquica, podemos decir, no existe, no hay ni abandono ni soledad.

El novelista Alessandro Baricco (Esta historia, 2005), hace referencia a la imposibilidad de abandono en las siguientes palabras: …nadie tiene que pensar que está solo, porque en cada uno de nosotros vive la sangre de quienes lo engendraron, y es algo que se remonta hacía más atrás, hasta la noche de los tiempos.

Esa noche puede significar muchas cosas: los abuelos, los antepasados indígenas por ejemplo, acá en México, incluso ir más allá del tiempo. Por eso dice después Baricco:…sólo somos la curva de un río que viene desde lejos y que no se detendrá después de nosotros.

Siendo sólo esa curva de un río, es viable pensar en que no estamos ni solos y tampoco somos tan únicos, como la sociedad contemporánea nos hace creer. Como también nos hace creer que comprando viviremos felices.

Falta ver cómo interpretar lo correspondiente a esos sueños donde aparecen los ya caídos en su afán por responder nuestras preguntas. Caídos no en tono esotérico o sobrenatural, sino como representaciones psíquicas del propio sujeto que se hacen presentes en cierto momento.

Y para saber escuchar e interpretar a esos caídos, antepasados que ya recorrieron lo que uno está por caminar, es importante el silencio, el detenerse en el tiempo para ser capaces de escuchar.

Dejar de comprar lo de afuera y comenzar a interesarse por lo que soñamos, por las personas-representaciones que aparecen en sueños para decirnos algo cuando más lo necesitamos.

Interesarse por la realidad que ha construido cada quien, la cual incluye decir, no es obra original, pues como reflexiona Baricco, no hacemos más que concluir trabajos que habían quedado a medias. Y empezar trabajos que otros terminaran por nosotros.

¿Cuáles son los trabajos que estamos concluyendo, de quién? ¿Y cuáles son los que dejaremos a medias para que otros, después de nuestra muerte sigan adelante?, pues siendo curvas de los ríos, la vida no se acaba ni se abandona.