Minificciones por Ronald G. Hernández Campos

Memorias de una esposa

… para Carolina Marín Siles.

 

Nos casamos por la comodidad, por la pereza de él y por la necesidad mía de mandar y sentir poder. Es broma. Ambos estábamos solos y ninguno tenía nada mejor que hacer.

Roy empezó a parecerme un proyecto de investigación: cómo hacer para que fuera educado; cómo lograr que no fuera tan desordenado; por qué cocinaba tan feo. Comencé a querer volver a estar sola. No iba a ser fácil. ¿Divorciarme y perder la mitad de mis cosas? Ni loca.

Roy se había acostumbrado a mi compañía, a comerse mis cereales y a desordenar todo a su paso. Yo no tenía pensado envenenarlo. Las mujeres tontas se van por soluciones simples.

Fue cuestión de hacerle mente un par de días. Empecé por tijeretearle unas camisas: culpar a la lavadora. Causarle una diarrea de unos tres días: culpa de sus desórdenes alimenticios. Todos los días cambiarle de lugar los libros, los papeles, las cosas importantes. Su caos mental ayudaba a que se empezara a confundir cada vez más, al punto de que dudara de todo, menos de mí, obvio.

No fue cuestión de tiempo para que explotara: creía escuchar voces, creía que lo perseguían. Tampoco tardó en internarse, ni yo en buscar un perro para no estar tan sola

 

La herencia

Mi abuela siempre dijo que no teníamos nada. Nadie le creía. Mi abuela, siempre fuerte y directa, aun lúcida en su lecho de muerte le dijo a su hijo más interesado (en verla partir al más allá, desde luego), muchacho, ¿a vos qué te importa lo que yo hice con mi plata? Mi tío respondió que para ver qué le había dejado a cada uno… Nada, ustedes nunca me dieron nada, yo no tengo por qué darles más nada. Solo dejé lista la plata para que me entierren y me dejen en paz.

 

Salud mental

Autoridades aprenden a un antiguo estudiante graduado de computación, de una renombrada Universidad pública porque amenazaba con matar a tiros a los profesores del alma mater. Ahora descansa en un hospital psiquiátrico; sin embargo, nos preguntamos si en el momento en que ocurrió el hecho, estaría tan lúcido y cuerdo…  como ahora.

 

 

 

Semblanza:

Ronald G. Hernández Campos. Escritor costarricense (San José, 1989). Graduado en enseñanza del castellano y literatura y filología española (UCR). Ha publicado textos de narrativa y poesía en diferentes revistas literarias. Es autor del libro de relatos Libre(ta) de cargas (Editorial Eva, 2017).