Minificciones por Guillermo Vargas

Mi mamá

Acá en mi calle viven muchas personas buenas. Casi todas las casas son de “jodidos”, como dice mi tía Edelmira, pero quiero a mi calle. Mis vecinos no nos hablan, que porque mi mamá es una “perdida”, el otro día le pregunté a miss Lupita qué quiere decir perdida y me dijo que cuando no entendemos algo es porque no lo buscamos en el diccionario. Cuando lo busqué encontré que perderse es desconocer dónde se está, pero mi mamá sí sabe dónde está. Mi tía Edelmira siempre se queja de que vivimos entre puro borracho y drogadicto, pero ella ni trabaja, bueno me cuida. Se queda desde las siete de la noche y vemos Los Simpson juntas, me da de cenar y me voy a dormir mientras ella ve la novela. Cuando despierto mi mamá ya regresó de trabajar en el Vips y me lleva a la primaria, ahí todos la saludan, pero cuando se va como que cuchichean. Y escuché que decían “zorra” y busqué la palabra en el diccionario, pero mi mamá no es ningún mamífero, no tiene patas cortas ni robustas.

 

El circo del Sr. Fantástico

Los leones se habían comido a sus cuidadores quienes habían asesinado a los entrenadores que habían puesto tachuelas en la cuerda floja de la que cayeron los equilibristas que mataron al hombre bala que impactó con el oso que bailaba en dos patas las cuales habían aplastado la cara de Johnny quien conducía en la esfera de la muerte la motocicleta con la que atropelló a la niña contorsionista que había envenenado a los elefantes porque se comieron a su pequeño simio que mató a la mujer barbuda quien se había casado con el Sr. Fantástico y habían iniciado años atrás un espectáculo para toda la familia que prometía diversión sin violencia.

 

El asesino invisible

La policía detuvo al asesino invisible. Todos en la ciudad temían ser su víctima porque ya había cobrado la vida de quince personas. Nadie sabía qué momento escogía para matar, él sólo llegaba y apuñalaba sin razón alguna. El asesino invisible fue detenido en su auto invisible porque un testigo invisible lo vio subir a él después de apuñalar con su cuchillo invisible a un vagabundo invisible en un callejón invisible. Hoy él permanece en una prisión invisible cumpliendo una condena invisible, comparte celda con un traficante de cocaína invisible y un violador de niños invisibles. Todas las noches sueña con escapar para que la policía lo detenga y así su rostro sea visible por treinta segundos en las noticias.

 

La cosecha

Una mañana Don Jacinto se sorprendió al ver en su campo frondosos árboles de los cuales caían tiernos y regordetes bebés. Quién diría que, luego de tantos años de siembra, se vería algo así en el cementerio.

 

 

Semblanza:

Guillermo Vargas (1995). Escribe microrrelato y cuento. Ha publicado en revistas como Minificción, Marabunta, Ágora (COLMEX) y en sitios web como Resortera.mx. También en la antología Vamos al circo. Ficción Hispanoamericana (BUAP). Participó en el Noveno Curso de Creación Literaria para Jóvenes de la Fundación para las Letras Mexicanas. Actualmente es columnista en la Revista Morbífica. Le interesan la literatura española contemporánea, el relato breve y la narrativa estadounidense del siglo XX. Le gusta el café con leche y las caminatas. Un día será protagonista de churros cinematográficos. Tuiter: @memoo_mx