Minificciones «Ensayos de usar y tirar» por Ernesto Tancovich

Pensar

Esa fogata en la noche.  Chispas. Unas se extinguen de inmediato. Otras ensayan antes un breve baile. Algunas ascienden como si conocieran el camino. Una que otra consigue provocar el incendio.

Pensar sistemáticamente, vana pretensión. La cabeza es la olla en que hierven ideas inacabadas, sensaciones fugaces, memorias y desmemorias, imágenes que se encienden y se apagan. Una sola cosa sabemos: jamás sabremos. Entretanto, juguemos en el bosque.

Terreno del pensamiento / basural abierto al cielo.

 

Cuerpo

No pudiendo deshacerse del cuerpo, lo usa como disfraz.

El cuerpo como impedimenta. Llega ese momento en que agobiados lo dejamos caer en mitad del trayecto.

El cuerpo como coartada. Puedo probar que no he sido yo. A esas horas estaba con mi cuerpo, lejos de la escena del crimen. Tengo testigos.

 

Memoria

Hay quienes, afectados por cierta patología –llamémosla síndrome de Funes- acceden a la totalidad de la memoria. Bendición o tragedia, según la historia de cada uno. No es que vivan de recuerdos. Repiten lo vivido, simplemente. ¿Simplemente?

Con hilachas de recuerdos la memoria teje mitos.

Después de años volvemos al barrio. En la esquina donde ahora refulge una sucursal del HSBC ¿qué hubo? ¿Y estos dúplex?  ¿Qué fracción del pasado usurpan? En vano nos esforzamos por recordar.  Ah, pero acá sí: bajo el piso del supermercado yace la canchita en que pateábamos la N° 3 de tiento. Y aquél edificio de cuatro plantas ha devorado la casita de los gallegos, donde jugábamos a la brisca y comíamos tortilla de papa con pimentón. Lo que hemos visto se olvida. Lo caminado, lo visitado, lo que pasó por los dedos o el gaznate, queda guardado. La memoria se vale del cuerpo.

 

Sueño

En plena noche alguna función automática del televisor se activa y y en el sueño irrumpen unos compases del vals N° 6 de Chopin. Música mil veces oída, devuelta al misterio original.

El cuerpo de la vigilia ha sido disciplinado por siglos de capitalismo. A cada órgano se le ha asignado una tarea en la línea de producción. Esa y no otra. En  el sueño el cuerpo se rearma, toma revancha, libra sus pequeños combates, es derrotado en cada despertar.

La sirena del alba llama. Nos quiere despiertos, produciendo, ajenos.

 

Vida

Nacemos hoja en blanco. Partimos palimpsesto.

Cualquiera puede ver un perro volar. Es cosa de todos los días. Pero llegar a ser perro, y no hablemos de volar, esos son trabajos para una vida entera.

Desde la impotencia. Maniatados. Obligadamente intensos.

 

Muerte

Paseando por el cementerio. De pronto entiendo que la barra horizontal de la cruz tiene el cometido de tachar la vertical.

Habrá un instante, breve, infinitesimal, en que seremos invulnerables.

Tratando de imaginar el mundo sin mí. Imposible. Siempre se cuela algo mío en la escena. Sí, eso, adivinaron. La mirada.