Hombre de palabra
Los sofistas llegaron al tumulto que se formó en el ágora, y lo miraron con desconfianza. Uno de ellos, le hizo una pregunta:
—¿Eres filósofo acaso para doctrinar a estas personas?
Con mucha convicción, el pensador respondió:
—Solo intento llevar a la gente a conocer la verdad. Ustedes también escuchen, pues mis enseñanzas son gratuitas. El conocimiento es para todos. Sócrates enseñaba sin recibir nada a cambio, y eso iba a llevar al fracaso de la escolástica. Otro sofista más astuto le preguntó:
—Maestro, ¿qué es el tiempo?
Sin inmutarse, pensó unos segundos en su respuesta. Y finalmente contestó:
—Prometo decírtelo mañana.
Y cada día, se mantuvo firme en su palabra.