Minificción «Despedida» por Indira Córdoba Alberca

Era tarde en la noche, me despertaron los gritos, hacía frío, estaba asustado, ¿qué hacía él aquí? ¿Por qué volvió? ¿Quién lo dejó entrar? Me aguanté las ganas de llorar. Todas las luces de la casa estaban encendidas, la lámpara de araña relumbraba más que nunca.

Un familiar iba y venía de la puerta de salida, intentaba convencer de irse al que como siempre bebió hasta lo que no tenía. Le hablaba pausado, con calma, mirándolo a los ojos, tomaba su mano y le prometía seguir la jarana en otra parte.

–Baja la voz, es hora de irnos, acá ya tienen que dormir, mira a los niños, tienen miedo.

–Todo bien, nos vamos ya, sólo dame un momento más y todo estará bien. Quiero despedirme, lo prometo. Replicaba él.

Camina en zigzag, tropieza un par de veces, se sostiene por la pared, la pared es su amiga, si no la suelta llegará al rellano de la escalera donde está ella, la que no pudo huir, la que paralizada por el miedo perdió el color, la voluntad y el sentido. La que se resigna a confiar en que todo estará bien y se queda quietita como otras veces, perdida en su propio ser, esperando la despedida, como si hiciera la cola de un trámite inevitable y engorroso. Se dejará abrazar, le dirá adiós, soportará el baborreo, el tufo a alcohol. ¿Qué más da? Fingirá que no está ahí mientras sucede, el nombre del ser amado será un mantra que repetirá para creerse en armonía y al minuto siguiente estará libre.

Él se desploma sobre ella, su barba le rastrilla las mejillas, ella pierde el equilibro, cae sobre el filo de un peldaño que corta su espalda delgada y diminuta. Con la fuerza del dolor trata de sacárselo de encima, consigue hacerse a un lado, se pone de pie y desde el piso él la trae de vuelta de un tirón, rasga su blusa, la abraza, le da un beso, quiere otro, ella lo esquiva, lo empuja. Estallan los gritos de los niños. Vienen en su auxilio.

–¡No! ¡Ya está! ¡Suéltala! ¡Ya te despediste, vámonos!

Todos forcejean. Él la suelta, se pone de pie, nuevamente regresa, da un último beso mientras justo allí donde nacen los gritos de ella, él aprieta el puño y los apaga, en segundos, sin esfuerzo.

 

 

 

Semblanza:

Indira Córdoba Alberca (Quito – Ecuador 1975). Reside en Argentina, en Corrientes Capital. Es autora de los libros de cuentos “Diosas en el Fuego” y “Ruleta Rusa y otros Giros de Fortuna”. Tanto en Ecuador como en Argentina ha colaborado en la publicación de diarios y revistas e imparte talleres literarios a diverso público. Su trabajo ha sido reconocido con premios, antologías y menciones en Ecuador, Argentina, México, Estados Unidos y España.