El mito de Sísifo
La mujer se sentía incómoda y cambiaba la mirada de su hijo a las tres personas sentadas en la sala de espera. El Miniño se bajó de la silla y levantó con mucha pena la pesada mochila hasta ponerla en la mesita al lado. Se sentó, empujó lentamente la mochila hasta el borde y de un solo golpe la dejó caer al suelo. La mujer lo regañó una vez más y el niño, ignorándola, estaba satisfecho y repitió su juego.
La anciana, que no había quitado los ojos del niño, le preguntó: ¿A qué estás jugando, cariño?
—No estoy jugando —contestó el niño—, estoy recibiendo la vacuna que necesitaré cuando sea mayor.