Minificción de Alan Arguello

Diógenes de Gádara (siglo IV a. c.)

El sabio desnudo creyó haber satisfecho todas sus necesidades; la vida ascética lo había privado de deseos. Pensó sin embargo en el porvenir y fue a visitar a la sacerdotisa que mora en las faldas del Monte Parnaso. Ahí, el oráculo le anunció que le quedaban todavía veinte años de vida y que era momento de echar raíces. Diógenes se retiró, inquieto. De vuelta al ágora, una mujer se le arrojó a los brazos y le rogó que la tomara por esposa. El sabio titubeó, y sin decir nada se fue a meditar a orillas del río Cefiso. Paladeó su destino mientras tocaba la húmeda tierra y se quedó en perfecta calma. Han pasado diez años desde entonces. El cerezo, en plena madurez, sigue floreciendo cuando llega el verano.