Para comprender las características del capitalismo salvaje que predomina a nivel global, se hace necesario recordar la definición del modelo económico liberal clásico.
El modelo liberal original se refiere a la versión del capitalismo que surgió a fines del siglo XVIII y que fue desarrollada por los “economistas clásicos”, cuya visión propia de la realidad, exaltaba la “libertad individual”.
Dicha libertad se basa en el supuesto de que es esencial el predominio propiedad privada y el libre mercado en la sociedad, por lo que ambas cuestiones se transforman en dogmas absolutos. Esta dinámica llevó a Adam Smith a presuponer la existencia de una “mano invisible”.
Cabe señalar que la noción de la “mano invisible”, en sí misma, encierra una fuerte carga teológica ya que en otras palabras podríamos sintetizar esta idea en la palabra “dios”.
John Saxe Fernández, reconocido estudioso del tema, considera que desde la instauración en México del régimen dominado de manera abrumadora por los acreedores internacionales, como consecuencia de la negociación de la “Crísis económica de 1982”, los gobernantes de México, a partir de ese entonces, aceptaron acríticamente el supuesto de que la “mano invisible del mercado» sería el factor que ajustara los desequilibrios causados por la retirada del Estado de la “esfera pública”.
Según un artículo del filósofo británico John Grey, publicado en el portal de la BBC, el pasado día 11 de septiembre de 2011, titulado “Karlo Marx tenía razón”, este autor explica que Marx detectó que el capitalismo era radicalmente inestable y que en su propia naturaleza, tenía la tendencia de producir auges y colapsos cada vez más grandes y profundos, por lo que a largo plazo estaba destinado a destruirse a sí mismo.
Grey presume que a Marx le complacía esa característica, ya que estaba seguro de que estos desequilibrios provocarían una “revolución popular”, la cual engendraría un sistema comunista que sería “más productivo y mucho más humano”.
Sí bien es verdad que Marx erró, en lo que se refiere al triunfo del comunismo, esto no descalifica el análisis certero de Marx sobre este modo de producción, ya que entendió que el capitalismo tiende, por su voracidad, a desarticular su propia base social, la cual se manifiesta en la “clase media”, la cual se encuentra actualmente en vías de extinción.
Al día de hoy, los políticos y economistas que dirigen los destinos de nuestro país y el mundo, insisten frenéticamente en la necesidad de implantar “reformas estructurales”, “frenar los déficits fiscales”.
Para reafirmar esta farsa utilizan un lenguaje cargado de miedo y una serie de frases prefabricadas como “promover la libertad y la democracia”, “la modernidad”, “el crecimiento económico” y “la responsabilidad política”, cuestiones que seguramente los propios emisores del discurso no entienden a ciencia cierta.
Actualmente resulta evidente que el costo social de estas políticas ha llegado a niveles insostenibles e inaceptables, ya que generan un efecto empobrecedor para la mayoría. También podemos constatar, que ya ni los llamados países del llamado “primer mundo” se salvan de esta dinámica.