Hay autoras que te llegan a la primera. Enseguida sientes que van a convertirse en tus autoras. En esas autoras que te acompañarán a lo largo de tu vida. Irás leyendo todo lo que han publicado. Irás comprando todo lo que publiquen. Autoras. También ocurre con algunos autores, debo decirlo aunque sea obvio. Autoras porque hoy hablamos de Sara Mesa. Una autora que ya es una de las autoras.
«Pero no fueron las palabras-piedra. No lo fueron. Aquella noche hubo otra novedad, una expresión más larga, una frase completa, frase-piedra, la que yo no esperaba y la que sí fue dicha, y que esta vez, pillada sin defensa, me hirió durante mucho tiempo, y bien dentro, y bien hondo, incluso hasta cuando más adelante pude comprenderlo».
Mala letra es un volumen de relatos. Once historias con la vida cruda como denominador común. Sara Mesa hurga con la maestría de los genios en las heridas sociales. Es fácil entender su mirada. Es fácil contemplar esa vida cruda junto a ella. Una vida cruda que luego hay que digerir a solas.
«Era imposible imaginar lo que pasaría tan sólo unas horas después. Rememorar aquel paseo —las calles que recorrí, los escaparates ante los que me detuve, los adornos que vi sacar y encender, el gentío, las medias— es una muestra de que el mundo sigue latiendo con tranquilidad incluso cuando todo parece acelerarse. El mundo es impasible ante cualquier cosa que suceda, por inusual, horrible o cruel que ésta sea. Visto así, el mundo no tiene mucho que ver, realmente, con nosotros».
Sara Mesa ha encontrado la forma de contarnos. A través de sus textos podemos ver lo que ella ve. Sus libros son una entrada a su universo personal. La autora nos abre las puertas de su club sabiendo —quizá— que, aunque entren muchos, solo se quedarán sus afines.
«El viejo la observaba, observaba a la mujer más allá del espacio y del tiempo, sentado en su taburete, en la cocina inhóspita y mugrienta, mientras ella preparaba el café y miraba de reojo todas las latas de cerveza arrugadas y las botellas vacías más allá, sin decir nada, sin preguntarle nada. Después la mujer vertió el café en dos tazas que acababa de fregar y puso una al lado del viejo, y bebieron en silencio, como si todo fuese normal en ese instante».
Mala letra abre nuestras cicatrices con una precisión mágica. Sara Mesa sabe qué quiere narrar y cómo narrarlo. Sus historias fluyen con la naturalidad de lo cotidiano. Sus historias nos diseccionan. Sus historias reflejan las manchas de una sociedad que va a la deriva.
Mala letra es un libro de historias que hace historia.
Sara Mesa vuelve a convencerme.
Literatura rotunda.