Los Nadies, luto y pólvora por celebración

Fuegos pirotécnicos: quemar el dinero para algunos, para otros una tradición enraizada en el centro mismo de la cultura y la cosmovisión; ambas posturas distan y conviven en las celebraciones de fin de año. Alegría que de vez en vez se convierte en tristeza.

Quemamos explosivos para la independencia, las fiestas patronales, los cumpleaños, aniversarios, bailes, bodas, quince años, divorcios, etcétera, es un hecho claro que es parte de nuestra cultura celebrar con fuego, pólvora, sonido y color.

Son más los que están a favor que en contra y cada día son más los que se dedican a hacerlos y perfeccionarlos, cada día también son más los que logran subsistir gracias a la pirotecnia.  Niños enrollan con sus manitas pequeñas en los lugares ilícitos cientos y miles de cohetillos al día, jóvenes y adultos huelen pólvora lícitamente en horarios extendidos, intentando convertir cloratos en comida para sus mesas.

Pero el dios fuego aparece de vez en vez, arranca la fiesta y cubre todo de luto y sangre, quema rostros y manos, deja estragos con olor a pólvora y papel. Año tras año mueren tantos, son noticia unos días y luego se olvidan hasta que llega otro caso nuevo.

Son tantas las reglas que se deben seguir como tantas las veces las que las autoridades nos juran que son seguros, que se prohibieron unos tantos y se legalizaron otros más. Se venden como pan caliente, como comida de canasto, son tan comunes los lugares donde los podemos comprar con facturas y sin ellas como comunes son las historias de los accidentes vividos.

“Murieron 25 por incendio en mercado de pirotecnia” dice un titular… lloramos un tiempo y luego pareciera que las vidas perdidas en el proceso se disuelven, se olvidan, no nos importan. 5, 25, 32, 8, 1, 2, el número no importa, importa la acción, la reacción.

Detonantes, explosiones, accidentes. Una vez fue un disparo, otra un corte eléctrico, un cigarro, un niño, un adulto inconsciente, medidas de seguridad ausentes: las razones múltiples, los velorios tantos.

Si no compramos no los hacen, ¿o sí? , ¿en qué trabajarán los que de ello viven? Se necesitan salidas, pero se necesita más respeto hacia las vidas, hacia el hambre y la necesidad. Necesitamos un poquito más de humanidad. Que la tradición no sea la muerte y que las luces de fiesta no iluminen más tumbas de pólvora frescas.

Perdona, hermano, por la cultura que te arrancó la vida, perdona por la pobreza, por encarnar a Los nadies, por nuestra tradición.

 

Los Nadies


Sueñan las pulgas con comprarse un perro
y sueñan los nadies con salir de pobres,
que algún mágico día
llueva de pronto la buena suerte,
que llueva a cántaros la buena suerte;
pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy,
ni mañana, ni nunca,
ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte,
por mucho que los nadies la llamen
y aunque les pique la mano izquierda,
o se levanten con el pie derecho,
o empiecen el año cambiando de escoba.

Los nadies: los hijos de nadie,
los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados,
corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos,
rejodidos:

Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones,
sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos,
sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal,
sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies,
que cuestan menos
que la bala que los mata.

                                              Eduardo Galeano