Los micrófonos no hablan

A Bolaño le tengo mucho cariño. Para mí sigue vivo. Me encuentro con él en sus historias. Ahí nos encontramos y siempre nos entendemos. Mi próximo libro se titulará Nocturno de Calpe, y pretende ser un homenaje, aunque solo al final se menciona su Nocturno de Chile, el mismo título ya contiene la intención.

Roberto merece todo mi cariño porque con su literatura me lleva a sitios inolvidables. Porque su sensibilidad aún late entre las páginas de sus libros. Porque somos camaradas o así lo siento. Porque somos literatura o así lo siento. Porque ha conseguido burlar a la muerte.

Roberto Bolaño es un genio pero no era perfecto. Ningún artista alcanza la perfección. Siempre quedan manchas en tus obras. Si estás vivo, puedes limpiarlas. Si estás muerto, pueden limpiarlas por ti. Si Bolaño viviera, le escribiría para decirle que Putas asesinas es un mal título.

Si Bolaño viviera, le escribiría para decirle que los micrófonos no hablan. En El retorno, uno de los cuentos de Putas asesinas, el protagonista dice que no es un micrófono ni una cámara de televisión. Jean-Claude Villeneuve está oyendo una voz que no sabe de dónde procede, y busca un micrófono.

Lo que debería buscar es un altavoz. Los micrófonos no hablan. Las cámaras, tampoco. El retorno es una obra maestra con una sola mancha. Y yo me pregunto. ¿Nadie se ha dado cuenta? ¿Doce ediciones y nadie se ha dado cuenta? Yo, a Bolaño, le tengo mucho cariño, pero no sé cuánto cariño le tienen los que custodian su obra.

Putas asesinas es una obra maestra con un mal título y una mancha. En el volumen de relatos hay Bolaño para la eternidad. En algunos cuentos te lo cuenta todo sin contarte nada. En otros, crea la atmósfera perfecta. Roberto escribía con las tripas, qué grande Bolaño, y qué poco te cuidan.

«La situación es ésta: B y el padre de B salen de vacaciones a Acapulco. Parten muy temprano, a las seis de la mañana. Esa noche, B duerme en casa de su padre. No tiene sueños o si los tiene los olvida nada más abrir los ojos. Oye a su padre en el baño. Mira por la ventana, aún está oscuro. B no enciende la luz y se viste. Cuando sale de su habitación su padre está sentado a la mesa, leyendo un periódico deportivo del día anterior, y el desayuno está hecho. Café y huevos a la ranchera. B saluda a su padre y entra en el baño».

Leo a Bolaño en años alternos. Raciono su obra con estricta meticulosidad. Me tiene que durar lo que me queda de vida. Si algún día termino, volveré a empezar. Roberto es para mí un amigo paciente, tengo todos sus libros, lo tengo en todos sus libros, y sé que él espera, ilusionado, nuestro próximo encuentro.