Límites de la comedia

Imaginemos como en ese video de internet: un hombre llega al espacio y descubre los límites de la comedia. En esa frontera ficticia, visualiza una silla de ruedas, un hombre sin pelo y a un sacerdote con un niño. Desde su nave, el hombre es incapaz de narrarle a sus compañeros en La Tierra la situación en la cual se encuentran los últimos pasos del humor. Dentro de sí, siente asco y un esbozo de risa a un mismo tiempo.
En la historia de la comedia mexicana, atisbamos a personajes de galante y graciosa pedantería como Mauricio Garcés o inclusive a Tin Tan, magnificación del pachuco y en ocasiones, el primer redentor del uso lúdico de la marihuana. Libertad e irreverencia desbocada tan presente y necesaria hoy, es cierto.

El desparpajo escénico de Germán Valdés se atrevió a la parodia del alcoholismo de personajes de la Época de Oro del cine mexicano como Jorge Negrete. Lamentablemente, hace ya 43 años, El rey del barrio descansa entre nosotros.

Por esas fechas debutó quien pudo ganarse el corazón de los mexicanos con chistes misóginos, homofóbicos y racistas. Exacto, ese ex vendedor de zapatos, con más de 40 años en escena, ha logrado la fama a través del chiste políticamente incorrecto. Leopoldo García, mejor conocido como Polo Polo.

Ciertamente, Polo Polo obtuvo el aval de su público por hablar abiertamente de cuanto la otrora Televisa conservadora de los años 90, no se atrevió. Y su indiferencia por los temas políticos verdaderamente importantes, lo convirtieron en la figura perfecta de la televisora de Emilio Azcárraga.

Cuando el 1 de enero de 1994 sucede en Chiapas el levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y su valiente propuesta de declararle la guerra al gobierno priísta de Ernesto Zedillo Ponce de León por el reconocimiento de los pueblos indígenas del país y la real aceptación constitucional de sus derechos, Polo Polo optó por una leve ridiculización de la cotidianidad española.
Pero la escuela del insulto y la grosería reparadores, sirvieron de escuela, primero, para un programa de Telehit llamado Guerra de chistes y después para los Stand up de Franco Escamilla y Carlos Ballarta.

A sus 26 años, la Furia Ñera de Ballarta personifica al común joven estudiante universitario de la Ciudad de México, consumidor de cannabis y medianamente politizado. Mas, Ballarta (su personaje siempre con lentes oscuros) no representa a ningún sector verdaderamente revolucionario (y no es necesario) pero sí disminuye al joven contemporáneo que decide formarse casi de forma autodidacta hacia un pensamiento de izquierda.

A pesar de todo, Ballarta es magnífico y de entre sus contemporáneos, él es para mi gusto, el mejor y quien tiene el humor más inteligente. Se burla igual de una persona con cáncer, de la pobreza estudiantil, el sistema privado de taxis Uber o de una erección involuntaria.

Según ha dicho el mismo Carlos Ballarta en diversas entrevistas, el humor no debería autolimitarse ni autocensurarse.

A veces, observo la comedia mexicana de estos días y me siento como ese falso viajero sideral: viene a un mismo tiempo el asco y unas enormes ganas de reír.