Lecturas veraniegas

Carolina Sarmiento, Carlos Rivaherrera y Editorial Gravitaciones han compuesto un librito mágico que se titula ikiru. Todo cuenta en esta pequeña joya. El poemario de Carolina. Las ilustraciones de Carlos. El prólogo de Elisa Martín Ortega. El epílogo de Juan Gallo. Y el todo, como era de esperar, es más que la suma de las partes.

Siento que me acecho.

Así que miro hacia dentro.

De mí sospecho.

Un libro para leer y releer, para contemplar, para hojear u ojear, para llevar encima cuando sales a pasear, un libro que hay que dejar a la vista.

Soy un bosque

amarrado al mar.

Y de la poesía pasamos a la literatura infantil. Tigre va de gala, de Pablo Fraile Dorado. También con magníficas ilustraciones. Un libro para los más pequeños. Ideal para leerlo en voz alta. Con muchos detalles que el lector puede ampliar para mayor gozo de los niños. Pongamos algunos ejemplos.

Tenemos al Oso Hormigonero, a la Boa Constructora, al Demonio de Sandalias, a la Llama Apagada, a un Dragón muy Komodo, al Halcón Marqués, a la Cabra Condesa y al Oso Bipolar. Y un Premio Berzantes con su correspondiente galardón, la Berza de Oro.

El tercer libro de estas lecturas veraniegas es Un año en el otro mundo. Julio Camba publicó esta obra en 1917 con Biblioteca Nueva. Espasa Calpe la reeditaría en 1947. Y Rey Lear nos la trae de nuevo en 2009.

Supongo que seguirá reeditándose indefinidamente, pues es una obra imprescindible. La mirada de Julio Camba interesa hoy tanto o más que ayer. Nueva York en los ojos de un periodista de los de antes. Una gozada. 

«Nueva York no es una ciudad. Es un sistema, una teoría. Para conocer Nueva York no hace falta habitarlo, ni siquiera estudiar una guía que lo describa. Se aprende la teoría y ya está. Yo no puedo deslumbrar en Nueva York a ningún recién llegado. Todos se manejan aquí lo mismo que el más viejo nuevo-yorkino. Si, encontrándose en la calle 114, por ejemplo, un recién llegado quiere ir a la calle 120, este recién llegado sabe que todo consiste en cruzar seis calles. La 120 estará a continuación de la calle 119, y no se diferenciará de ella más que por el número. No es cuestión de haber visto jamás la calle 120. No es cuestión tampoco de haberse estudiado el plano de Nueva York. Es cuestión de saber un poco de aritmética rudimentaria. Nueva York, como digo, no es una ciudad. Es una suma».

Tres libros tres. De tres editoriales modestas. Libros para leer una y otra vez. Libros muy diferentes, para toda la familia, poesía, literatura infantil, crónicas sin desperdicio. Y todos de cosecha propia. ¿Quién necesita traducciones?