¿Las vamos a matar?

“Este es un triunfo monumental. Ellas lo lograron. Lograron colocar un debate fundamental. Esto se lo digo a toda la gente que está afuera: no se dejen llevar por la cultura de la derrota.

¡Bravo, chicas! Ustedes lo lograron.”

Senador Fernando ‘Pino’ Solanas.

 

A ellas que han luchado contra la opresión y la dureza de los regímenes conservadores, tradicionales y totalitaristas, a ellas que han caminado cientos de miles de kilómetros para visibilizar lo que otros quieren ignorar, a ellas que gritan lo que otros callan. A ellas las vamos a matar y la historia nos condenará. Seremos los asesinos legítimos que secuestraron, torturaron y violentaron los Derechos Humanos.

Somos nosotros, la sociedad inconforme y apática al actuar político, somos nosotros los que autocensuramos las tragedias humanas y que, frente al desconocido por ignorancia y miedo nos abrazamos a la opresión, al castigo y al crimen. Somos nosotros, la sociedad que a ellas las criminaliza por hacer valer su derecho a decidir, somos nosotros quienes pasarán a la historia como los traidores de la humanidad.

Nuestra humanidad se quebranta cuando el argumento de lucha es por la vida e hipócritamente cerramos los ojos frente a los cientos de miles de infantes que no tienen acceso a una familia, y que, quienes la tienen viven en condiciones sociales y económicas carentes de fortalecer el bienestar universal que todo infante merece. Es imposible restaurar la humanidad cuando el argumento universal para defender la vida es la religión, en materia de Derechos Humanos y de Libertades Civiles no debe la religión interponer prohibiciones a ningún ser humano.

Lamentablemente para ellas, hay quienes interponen su interés personal de ejercer la libertad religiosa en su máxima expresión, ejercer este derecho debe respetarse, siempre y cuando no se afecte el derecho de terceros. Puede cualquier ser humano creer y defender sus ideologías religiosas, pero jamás deberán ser sujeto de decisiones externas a quienes no piensen como ellos.  

Según el Gottmacher Institute (2017), para el periodo comprendido entre los años 2010 y el 2014, existieron por lo menos, 56 millones de abortos en el mundo. Según la Organización No Gubernamental; Alianza por la Solidaridad (2017), en el mundo cada año mueren 47 mil mujeres y cinco millones de ellas sufren lesiones graves al practicarse una interrupción del embarazo.

Además, para el caso de Argentina, Amnistía Internacional (2017) señaló que para el año 2005 se practicaron 450 mil abortos clandestinos mientras que en México para el año 2006 se practicaron 874 mil 747 de los cuales, se presentaron complicaciones post aborto en por lo menos 149 mil 700, esto último según el Gottmacher Institute (2017). Y aunque la cifras de riegos y clandestinidad van creciendo año con año en casi todas las partes del mundo, poco se ha avanzado en materia de salud.

El pasado 15 de Junio del año en curso, la cámara baja de Argentina aprobó el proyecto de ley para la interrupción voluntaria del embarazo por 129 votos a favor y 125 en contra, lamentablemente el 9 de Agosto de este año, se teñirá en la historia con la sangre de todas aquellas mujeres que no podrán decidir cuándo ser madres, esto último porque por 38 votos en contra y 31 a favor, la Cámara Alta bloqueó el proyecto de aborto legal.

Para México la Ley es diferente. “En todos los 32 estados en México el aborto es legal cuando el embarazo es producto de una violación; en 29 se permite cuando el embarazo pone en riesgo la vida de la mujer; en 10 cuando el embarazo constituye un riesgo severo a la salud de la mujer; en 13 en casos de malformaciones congénitas; en 29 cuando el aborto se produce de manera “imprudencial”; en 11 cuando el embarazo es producto de una inseminación artificial no consentida, y en un estado, Yucatán, por razones económicas” (Gottmacher Institute, 2017)

Podemos vivir en demarcaciones territoriales diferentes, pero el derecho universal a decidir sobre lo que cualquier ser humano quiere hacer o no con su cuerpo, es intransferible. Los que intentan sobreponer religiones, intereses particulares o ideologías diferentes no pueden ser llamados de otra forma que opresores, violentos y transgresores de la vida.

Es necesario el respeto a las ideas de cada individuo pero no se debe permitir el avance de leyes y reglamentos que pongan en riesgo la vida. Tenía razón Voltaire cuando dijo que, podremos no estar de acuerdo con lo que digan, pero debemos defender hasta la muerte su derecho a decirlo, su derecho a expresarlo y defenderlo. A esta sociedad que todo le duele y que poco hace, requiere de acción social.

En el actual escenario político -en donde se pueden pisotear los Derechos Humanos por la inconformidad de unos cuantos- debemos incentivar a la actuación con miras en el progreso, en la garantía pero sobre todo, en el bienestar de los otros. Somos –los ciudadanos-, los verdaderos agentes del cambio político en el mundo, somos quienes hacen y cambian las leyes conforme a las necesidades del mundo y somos los que, frente a una necesidad humana, decidimos callar y condenar.

No podemos continuar siendo esos ciudadanos desinformados y conformistas, debemos actuar y transformar ese ideal que coloca a la Iglesia por encima de nuestros derechos políticos y civiles. Somos quienes, por la indiferencia, han decidido dejar la discusión de nuestros derechos en quienes no comprenden las Leyes y el deseo de sus ciudadanos.

Seremos nosotros quienes las vamos a matar, a ellas que por años han defendido su derecho a decidir, a ellas quienes han sido ignoradas, a ellas que han luchado por la libertad, a ellas las vamos a matar a sangre fría y, cuando eso pase, seremos nosotros quienes la historia recordará como los asesinos indiferentes, que no pensaban, que no respetaban, solo veían.

Debemos seguir pensando que todo el mundo necesita una revolución, una revolución de conocimiento, en donde salgamos con la información y el deseo de ser representados como únicas armas, que el único ganador en esta pugna por la libertad, sean los Derechos Humanos.