“Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”, versa el poeta Pavese y con este paratexto Patricia Suárez también colorea en los grises de la muerte el deseo único de la posesión del ser amado; del amor que se sacia si conserva lo que fue al inicio, incluso si eso lo lleva a darle muerte.
La precisión del título de esta obra se sostiene en la antítesis, esa figura retórica que funciona como eslabón en la contraposición de dos términos y que permite dilucidar uno nuevo, como un hallazgo y no un resultado, pero no hay —me permito señalar— sólo un impulso racional al darle título a esta obra, se trata también del guiño juguetón de la autora, que pronto puede apreciarse en el relato: «Fantasía en Re menor», en el cual el tono melancólico se ve desplazado por el erotismo y la soledad se repliega para abrazar la piel hasta convertirla en carne, en placer.
Patricia Suárez nos invita a la confesión, esa que se crea en la intimidad, en la cercanía no sólo de los cuerpos, sino de la memoria y el perdón; en esta antología de historias no por casualidad escritas en primera persona, las atmósferas poseen su propia temperatura que la escritora equilibra con poesía de Octavio Paz, Neruda, Villaurrutia, versos que sostienen el arrebato y la entrega con la que Suárez crece a sus personajes que se duelen, se hieren o mueren, mientras la vida transcurre en ellos. Las muertes largas y los amores cortos de Suárez son también “las muertes chiquitas” como de forma pícara nombramos a ese espasmo que antecede al final del encuentro sexual, así como los amores de los que habla la autora son amores largos que se eternizan en la brevedad de un rosal, en la espera de una respuesta para iniciar una vida, en la decisión de despedir a quien jamás se atrevió a recibir; de defender el propio sueño turquesa del placer efímero, de cumplir con una promesa, esa única de no tomar la vida de alguien para acabar con ella.
¿Por qué leer a Patricia Suárez? La respuesta no es una sola, no puede serlo, porque la diversidad de las historias de muerte y deseo, nos ha dado otra manera de percibir el texto con todos los sentidos. Para quien esto escribe, la autora abre una ventana al recuerdo que huele, puede mirarse, tocarse, escucharse y se paladea; duele y se abraza con los ojos cerrados hasta llevarnos a la infancia, a ese momento mágico en que el encuentro con nuestro prójimo es un sitio tibio y personal. Ahí me lleva Suárez en “Olores navideños” y disfrutos con ella de la cocina de la abuela y de lo que esa memoria me regala.
El abanico de historias de Patricia Suárez se extiende a los amores que no se han tocado o que se han arrancado, a las pasiones que se originan en el margen y se defienden hasta que las manos se paralizan, agarrotándose de tanto golpear, buscando defender lo que no se cree suyo ni lo será, pero se ha poseído y sólo por ello le pertenece.
La muerte, sí, vendrá la muerte y mientras tanto, como un epílogo, Patricia Suárez recuerda a los 43 estudiantes de Ayotzinapa, como quien levanta el puño diciendo: México se sigue yendo a la chingada, y desde su trinchera que es la escritura titula: Comunicado a quienes siguen vivos. ¡Gracias, Patricia, gracias porque quien olvida, repite, y aquí en México la muerte es larga y los amores cortos!
Disponible en librerías El Sótano: https://www.elsotano.com/libro/de-muertes-largas-y-amores-cortos_10605844