La torre de babel

THA100425 The Building of the Tower of Babel (oil on canvas) by Valckenborch, Marten van (1535-1612); 101.6x152.4 cm; © Towneley Hall Art Gallery and Museum, Burnley, Lancashire; Dutch, out of copyright

Pues bien, bajemos y confundamos ahí mismo su lengua, de modo que no se entiendan los unos a los otros

Génesis 11: 7

 

Una de las prácticas psicológicas, que no es siempre la más practicada, pero sí la más conocida, es la psicoterapia. Su práctica te permite conocerte a través del otro. Es un gusto como el gusto por la lectura. Ambas se logran por medio de un acuerdo implícito. En la psicoterapia, con el terapeuta; en lectura, con el autor.

Aceptando la realidad que postula, le permites que te muestre un mundo que tiene la cualidad de maravillarte, porque mientras te adentras en su lectura, lo asumes como real y verdadero.

En un libro lees páginas; en la psicoterapia,  personas. Sustituir la palabra escrita por la dicha; clausurar el silencio y a lo largo de la sesiones, ver el mundo con otros ojos, los del paciente. Que es, en definitiva, ver otro mundo.

La mirada, que le da nombre a las cosas y para descubrir lo que son —para nosotros, para los demás—, debemos hacer una lectura de ellas ¿pero qué ocurre cuando la escritura es indescifrable a nuestros ojos? El mundo se reduce a una mirada.

Creer que la propia visión de la realidad es la realidad misma, es una peligrosa ilusión. Pero se hace aún más peligrosa si se la vincula a la misión mesiánica de sentirse en la obligación de explicar y organizar el mundo de acuerdo con ella, sin que importe que el mundo lo quiera o no. Imponemos nuestra realidad pensando que es la única, la correcta. Y lo que no cabe en nuestra mirada es incorrecto (Watzlawick, 1979, p. 5).

El consultorio psicológico es una torre de Babel. Las personas han destruido su vida construyendo un mundo que los separa de los demás; que los encarcela en ellos mismos. Esos muros que los aprisionan, están hechos de palabras; sólo el silencio puede desmoronarlos.

La vida puede dividirse en dos momentos. El primero, aprender a hablar, para conocer el mundo y las palabras que le dan forma a ese mundo. El segundo, aprender a callar.

Una familia, que asiste a terapia por conflictos muy fuertes, aprende a guardar silencio para entenderse. La madre, de unos cincuenta y cuatro años; la hija, de unos dieciséis. Sabía que habían llegado al consultorio porque se escuchaban los gritos. Al salir y preguntarles qué ocurre, la madre me responde que su hija sólo dice estupideces, que asegura que el edificio en el que estamos tiene tres pisos ¡Es una idiotez! Me dice. La idiota eres tú, mamá, le responde inmediatamente, tiene tres pisos y no dos como dices. Entonces les pido que entren. Debemos darnos prisa porque la sesión de hoy la usaremos para determinar cuántos pisos tiene el edificio. No hay objeción. El edificio mismo, es una torre de Babel.

Al entrar las reglas son claras. Sólo una de las dos puede hablar. Mientras una lo haga, la otra sólo escuchará su versión; al concluir la primera, la segunda dará la suya. Lo sugiero porque nunca se ponen de acuerdo. Ambas están de acuerdo en que nunca lo están.

Inicia la madre. Bueno, si usted entra aquí, llega a la planta baja, que sería el primer piso. Sube por las escaleras hasta aquí donde estamos, donde está el consultorio, y es la planta alta —segundo piso—. Como arriba, ya sólo está el techo y no hay nada construido, el edificio sólo tiene dos pisos.

Muchas gracias, señora, le agradezco la explicación ¿entiendes todo lo que tu mamá nos acaba de explicar? Yo no creo que… Pero esa no fue la pregunta, sólo quiero saber si es claro y entendible lo que dijo. Sí, lo es. Perfecto, ahora tú cuéntanos tu versión, por favor. Señora, tenga en cuenta que mientras hablaba, su hija en ningún momento la interrumpió, así que le pediré lo mismo. De acuerdo. Muy bien. Entonces, comienza a decirnos por qué el edificio tiene tres pisos.

Muy bien, como dice mi mamá, cuando uno entra, llega a la planta baja, y ahí puedes pisar, por lo tanto es primer piso. Al subir aquí dónde está el consultorio, uno pisa, y es segundo piso. Arriba, como dice, no hay nada, sólo el techo; pero si uno sube, puede pisarlo, y por lo tanto, son tres pisos.

Muchas gracias por tu versión. Señora, ¿entiende la explicación de su hija? Sí, claro. Ahora entiendo por qué ella ve tres pisos ¿Y está de acuerdo? No, la verdad no. Y no tiene que estarlo; pero saber cómo ve la otra el mundo les permite reducir el conflicto.

Cada uno de ellas considera que la idea de corregir al otro, es justamente lo que hay que corregir. Cada uno descarga sobre el otro la responsabilidad del conflicto (Watzlawick, 1979, p 5).

Desde ese día el edificio tiene al mismo tiempo tres y dos pisos. Está construido de una manera en la que le sobra y le falta un piso; está hecho de lo inconcluso, incompleto, como la torre de Babel.