La rebelión de Tú

Imagen: Banksy. Consultada en: http://bravisimos.com/arte-urbano-street-art/

–¿Cómo queréis que nos rescaten si no hacéis las cosas

por su orden y no os portáis como es debido?

[Piggy en El señor de las moscas. William Golding]

M. amanece, lo cual ya es decir bastante de este espacio territorial en el que todo se encuentra en entredicho. Ya no son las alzas a los precios, o quizá sí. Ya no es el hambre, o quizá sí. Ya no es el enojo, o quizá sí, todo se ha mezclado y ahora, de nueva cuenta en este sexenio, pareciera que por fin se va a cumplir la llamada “revolución” que muchos románticos han estado esperando cual metáfora de diluvio. Con la marcada diferencia de que en esta ocasión no vendrá un hombre conduciendo una gran barca de madera a salvar una pareja de cada especie –válgame aquí el sarcasmo heteropatriarcal.

Sucede entonces que el descontento social se ha disfrazado de muchas maneras: memes en las redes sociales, ataques al perfil de la presidencia (también en redes sociales), cientos o hasta miles que se reúnen a manifestarse por las vialidades, algunos más que obligan a funcionarios a reducir sus gastos; funcionarios que, por temor o bien común, deciden disminuirse sueldos y gastos; titulares falsos pero que no dejan de compartirse, las cuales demuestran la necesidad que tienen los habitantes de M. de creer que pueden ser posibles…

Y mientras vemos esa piñata de un “gran copete” quemada en una plaza pública –por Zeus, cuánto simbolismo-, podemos entender por unos momentos la furia social que ahora se almacena en la mirada de Tú.

Tú, el sinsentido de la especie.

El ególatra, el que tira basura en las calles y después sale a quejarse por la contaminación: ése es Tú.

Sin embargo, ahora parece cambiar la perspectiva de Tú, le vemos comprometerse con la causa que le rodea. Incluso compró un par de cartulinas y ahora se dispone a escribir en ellas una sarta de improperios. Quizá termine decidiéndose por el clásico “Viva la revolución”, pero aún no lo sabe.

–¡Tú, quítate esa aura de hipocresía, sabes que no asistirás a la protesta!- me mofo de su persistencia, del lodo que aún lo mantiene atrapado en la isla que él mismo se ha construido y que, cual personaje infantil de Golding, ha incendiado su hogar y ahora llora porque la libertad que creía ganada no es más que una prisión psicológica… no trae más que miedo.

-¡Tú, sal, súbete al transporte público, siente el sudor del obrero y su desesperanza nocturna! Vamos, debes sentir el cansancio de la mujer que debe estrujarse entre los apretujones de un camión, pues si eso la separa de su hogar, no dudará en enfrentarlo.

–Ve, deja la comodidad de tu fosa y explícale a la señora que con sus sesenta y tantos años encima se ha puesto a gritarle al chofer “me gustaría que estuvieras aquí, en mi lugar, me gustaría que fueras tú el que debe recorrerse para que entre más gente”, dile cómo es que tu cartulina va a mejorar su panorama.

–Pero no, claro que no lo harás, no puedes enfrentarte al mundo real, a ese que se encuentra en tus narices. De lo único que eres capaz es de confirmar en Facebook que asistirás el próximo domingo a la glorieta de algún ídolo nacional, portarás tu cartulina estrujada y poco visible, para después regresar a la tranquilidad de tu caos. Ambos lo sabemos.

Sé que me escucha, pero lo único que hace ante mi rabieta es escribir en su agenda:

Martes 17 de enero: 3 días a. d. Trump