La palabra “palabra”

Entre lo que pienso,
lo que quiero decir,
lo que creo decir,
lo que digo,
lo que quieres oír,
lo que oyes,
lo que quieres entender,
lo que entiendes,
hay diez posibilidades de que tengamos
dificultades para comunicarnos,
pero aun así intentémoslo…

Bernard Weber, L´encyclopédie du savoir relatif et absolu

 

Si preguntará qué significa la palabra “palabra”, alguien —cualquiera—,  podría decirme, quizá, una respuesta como la que obtuve en una ocasión por un estudiante. Éste, sin pensarlo, me dijo: es un conjunto de letras. Entonces preguntaría qué son las letras, y muy probablemente, la respuesta sería muy similar a la suya: pues lo que forman las palabras. Para decir qué es una palabra se ocupan palabras; lo mismo pasa con la comunicación.

La comunicación sólo puede ser explicada por sí misma. En el momento en que pretendes explicarla hablando o al escribir una palabra tras otra para decir lo que es, lo comunicas, la llevas a cabo. Se explica sola. Es tan complicado definirla porque es sumamente sencilla.

Si yo dijera apenas la palabra mesa, la idea tomaría la forma de la palabra que la contiene, y la imagen con una superficie horizontal y plana, con sus prolongaciones, que llamarías patas —es muy probable que imagines cuatro— vendría a tu mente. Porque es lo más común o lo que comúnmente conocemos como mesa. Me entenderías y entendería que lo haces porque la palabra delimita; acorta distancias. Comunica. La etimología —esa verdad hecha de pasado—, lo dice; comunicare, “acción de poner en común”. La comunicación nos permite conocer el mundo, el mismo. Uno en común.

El antropocentrismo puede hacernos pensar que la naturaleza nos ha privilegiado por comer del árbol de la ciencia y la sabiduría; pero la comunicación no se limita a la especie humana. En una selva sudamericana, me parece —no lo recuerdo con exactitud­—, de El Salvador, existe una amplia vegetación; en su totalidad venenosa. No hay planta, no hay retoño ni hoja que no sea mortal en la selva poderosa; sin embargo, la cantidad de animales herbívoros que la habitan es inmensa.

Entonces nos preguntamos cómo puede ser ésto posible. Hay varios pantanos en toda la selva; pero existen los que poseen un fango diferente a los demás, uno que los animales pueden tragar para proteger su intestino del poderoso veneno. Los animales lo saben y hacen lo necesario para comerlo y así poder alimentarse ¿quién dijo, en toda la selva, lo que a los ojos humanos no puede ser comunicado por los animales o las plantas? Éstas han hecho saber a los animales que si las comen morirán; alguno, al saberlo, descubrió que el fango los libraría de la advertencia; entonces lo hizo del conocimiento de los demás, pasó a formar parte del dominio público. Lo comunicó.

La comunicación, le da forma al mundo; es el mundo. Lo que llamamos realidad es producto de la comunicación y no al revés, como podría pensarse siguiendo la lógica común, de que la realidad es, de toda evidencia, lo que la cosa es realmente, mientras que la comunicación es sólo el modo y manera de describirla y de informar sobre ella, como nos dice Paul Watzlawick.

Pero no es así. En Estados Unidos —en la década de los cincuenta—, las radiodifusoras comprobaron la tesis de Watzlawick. El mensaje fue claro: Se pronostica una escasez de gasolina en todo el país. La gente, alarmada, acudió a las gasolineras más cercanas para abastecerse. Las filas eran enormes; las reservas también. Ocurrió lo temido por todos. Pasados seis meses la escasez de gasolina fue un hecho. Los medios de comunicación no emitieron un pronóstico acertado; habían creado una realidad.

Pero si no se dice no existe —la máxima es de Lacan­—. La comunicación puede construir realidades; puede destruirlas. Una realidad no dicha, puede poner en riesgo una comunicada abiertamente. El silencio, esconde lo no dicho en lo dicho. Las parejas lo viven. En cualquier lugar. Por decir uno, frente a una florería. Ella le dirá, mira, qué hermosas están esas flores. Sí, lo están, le responderá él. Pasarán los días y llegará una fecha importante. Ella esperará recibir unas flores y muy probablemente no lo haga. Se enojará por ello. Discutirán porque ella supone que entendió que le dijo que las quería. Sabe que nunca lo dijo, pero supone que lo entendió, así que no lo dirá. La discusión, no acaba; sobran palabras cuando lo no dicho permanece en el silencio de la obviedad. La comunicación es respuesta y problema. Y es que el noventa por ciento de nuestros problemas son de naturaleza comunicativa; el resto, es consecuencia de la natural limitación humana. La palabra nos acerca al otro o nos aleja permanentemente.

La más peligrosa manera de engañarse a sí mismo, dice Watzlawick, es creer que sólo existe una realidad, se dan innumerables versiones de ésta que pueden ser muy opuestas entre sí, y todas ellas son el resultado de la comunicación. La palabra se vuelve algo tan común, tan amplio que uno puede perderse en su significado.