La otra banda: Barrio del Tepe

En la ciudad de Querétaro a las 8 de la noche del viernes 14 de octubre, en el Museo de la Ciudad, se inauguró la exposición “El Tepe”, fotografía e instalación de Eduardo Murúa y Antonio Castañeda Ortiz, en el que se muestra la vida de El Tepetate, conocido barrio de la ciudad.

Al entrar a la sala llega inmediatamente una música de guitarras y letras características del México no conocido, es decir del México de los acordes que nutren la imagen popular, el México que palpita en las ondas sonoras y que devela imágenes de tierra viva, desérticas y con abrevaderos de alcohol; el pueblo de la gente que trabaja a pulso. En la exposición hay varios elementos que le dan el detalle visual, sobresale una carretilla y un montículo de gravilla, como viva materia dispuesta a recrear el espacio a partir de las bases de otra realidad, la de los barrios, como un fantasma dinámico y sangrante que se expone desde el corazón del Museo; fotografías en donde están plasmadas grandes personas, con miradas de olvido arrastrando una memoria imposible de precisar.

En el centro de la gran herida que es México, detrás de las cortinas del progreso y la industrialización, está, oculto, el México tradicional, el pueblo imposible. Quizá por ello este retorno, que nos hacen Eduardo Murúa y Antonio Castañeda, a las fuentes donde corre lo que una vez nos nutrió, no nos es indiferente.

Esta exposición pretende estar abierta al público hasta el 11 de diciembre; pasar a verla es una bella manera de acercarse al corazón de un Querétaro ajeno a las costumbres de la comodidad, es decir es un acercarse a un barrio palpitante. El Museo está ubicado en la Calle Vicente Guerrero #27 en el Centro de la ciudad, a unos pasos del Jardín Guerrero.

Paralelamente, un día después, a las 8 de la noche en la Antigua Estación, ubicado en la Calle Héroe de Nacozari s/n, entre el Río Universidad y el barrio del Tepetate, Eduardo Murúa y Antonio Castañeda presentaban el documental “El Tepe – La otra banda”, en el que mostraban, en 35 minutos, la vida del barrio y su tan conocido tianguis tradicional.

En el video desfilan las imágenes, los personajes que habitan el tianguis: los comerciantes, en una madrugada absoluta, poniendo sus puestos, en el sonido de los metales sobreponiéndose unos a otros, bajo un cielo parcialmente iluminado por una mañana inevitable; las personas, en las laberínticas calles del mercado, buscando no se sabe qué, no se sabe por qué necesidad clandestina y arcana, husmeando en los olores de la comida y el confeti; los entrevistados. “El poeta albañil” que daba a las cámaras el sonido de su voz, sus palabras que disolvía el viento pero que instigaba las violencias del recuerdo; “El bluesero”, prodigando una canción libertaria de la inmensa historia de los pueblos latinoamericanos, reducida a un medio día de un barrio cualquiera. Y, como una cicatriz o una línea indivisible, cruzando el documental a lo largo de las imágenes, está un sentimiento de ternura, una unión combativa que se resiste a perecer; el encontrarse de pronto ante el significado de un lugar con su gente, como personajes endémicos en un espacio escogido por el destino.

De esta manera se nos retrata el Tepe; se nos muestra como un lugar vivo, ajeno al Querétaro de los turistas, cruzando el Río Universidad. De esto surge lo que denominan “La otra banda”: la universal, la banda elegida para llevar a cuestas el significado, el orden que tiene su identidad en el trabajo y en el pueblo.

Sobre esto el poeta albañil ha confesado: No importa cuánto traigas, siempre te llevas algo (del tianguis), aún, a costa de nada.

Queda abierta la invitación para ver la expo en el Museo de la Ciudad, que es, como diría Antonio C., “una extensión del documental, con la que se intenta contextualizar al barrio y mercado del Tepe en el terreno del arte contemporáneo. No recurre al folclore de los mismos, por tal motivo resulta una abstracción a blanco y negro”; sobre el documental el plan de los autores es seguir editándolo y agregando elementos, como una obra inabarcable, susceptible a cambios, como un ente vivo imposible de precisar pero moviéndose, desde el profundo imaginario de los queretanos.