En mayo de 2013 publicaba este artículo sobre La cena de los notables en Megustaleer:
El pan sigue estando malo. E intentan convencernos de que ya no hay nadie al otro lado de los postigos cerrados. Si así fuera, «la mera discrepancia interna no pasaría de ser una desarmonía poco grave que solo al ser asumida más allá de los postigos ―ese lugar donde ya no es necesario guardar la compostura― cobra significado y fuerza».
«Vivimos tiempos postmodernos. Ahora el sistema parece haberse modernizado y las mesas se han hecho redondas para que ya no esté tan claro cuáles sean los extremos y cuál la cabecera». Se trata de «ganar puestos más cercanos a esa cabecera que no parece existir pero que todo el mundo reconoce y acata».
«Y si para ello hay que contar historietas, pues se cuentan; […] y si uno quiere garantizarse el ser escuchado, nada mejor que introducir un poquito de suspense en la historieta y un poquito o un mucho de morbo y un poquito de metaliteratura o de psicoanálisis barato para que se vea que dominamos la asignatura, sin faltar algún comentario ideológico más o menos disfrazado de ironía para reírse cómplicemente del “cuando creíamos, qué ingenuos, que había alguien al otro lado de los postigos”».
Según Constantino Bértolo, no vale reclamar: es más eficaz el sabotaje y más aún organizar el posible descontento, pero «…el único sentido de esa organización del descontento viene dado por lo que haya al otro lado de los postigos cerrados. Si al otro lado nada hubiera, todo sería mercado, es decir, poderes económicos en competencia: la lucha de rentabilidades sustituyendo a la lucha de clases».
Reflexionemos. Yo estoy al otro lado de los postigos. Y ya he comenzado mi propia Organización del Descontento. Naturalmente, mi criterio es subjetivo, humilde, siempre embrionario. Procuro, pues, aderezarlo con un buen pellizco de integridad. Mi aportación es modesta, limitada, intrascendente. Me limito a censurar el pan que considero malo. Sobretodo privadamente. Mientras que mis intervenciones públicas intentan mostrar el pan que considero bueno.
DECÁLOGO DE LOS DESCONTENTOS
I
Prescindirás de los autores más vendidos.
II
Te apartarás de las editoriales popularistas.
III
Leerás pausadamente.
IV
Explorarás las profundidades literarias.
V
Prestarás y divulgarás tus hallazgos.
VI
Difundirás tu descontento.
VII
No te venderás.
VIII
No traficarás con influencias.
IX
Buscarás la imparcialidad.
X
Y pondrás un techo solidario a tu patrimonio personal.
El artículo recibió este comentario anónimo de un tal perla:
Con estas dos ya no será un decálogo, pero:
XI Evitarás ser sentencioso.
XII Prescindirás de los decálogos.
No estoy de acuerdo con I, II, III, VI, VII, IX y X.
I. Es una sandez. ¿Por qué? ¿Más vendido siempre significa ‘malo’? Los best-sellers no son demonizables.
II. ¿Qué quiere decir editoriales popularistas? Yo me imagino la connotación de la expresión, pero aún así quisiera comprobar tu definición. Popularista es relativo al popularismo, y popularismo es el gusto por lo popular en formas de vida, arte, literatura (véase RAE). ¿Qué tiene esto de malo? Hasta el Marqués de Santillana tuvo gusto por lo popular, no todo fueron sonetos a la italiana manera.
III. Leeré como me dé la gana. Tal vez mi cerebro alcanza tantas revoluciones como un cohete y no necesito masticar 32 veces el mismo renglón para asimilar su significado.
VI. No tengo por qué difundir mi descontento, porque es más fácil escribir acerca de lo malo, lo decepcionante y lo mediocre que resulta todo que extraer de toda esa costra superficial lo que de veras me motiva a pelear por lo que quiero.
VII. Tengo buenas virtudes. Creo. Pero tampoco soy puro intelecto o espíritu sublimado sin sustancia terrenal. Si soy un poco puto y también lo disfruto, no estará tan feo, ¿no? Hasta Jenofonte fue un mercenario antes que abeja del Ática.
IX. ¿Imparcialidad? Pero, ¿de veras existe eso? En la categoría de los imparciales solo entran cosas como los difuntos, las piedras o los bocadillos de mortadela.
X. ¿? Si me hago millonario vendiendo copias de mis libros, no le haré ascos a comprarme un envidiable velero. Eso sí, prometo intentar la escritura de las más sublimes y altamente literarias obras literarias que sea capaz a bordo de él, bajo la noche constelada.
Recibe un saludo, PL Salvador. Pese a lo que pueda parecer mi comentario, me gusta leer tus textos.
En quince días, mi respuesta, en la que también comentaré alguna cosa sobre el anónimo perla.