A veces, pecamos de hablar solo de los muertos. Pero, existen hombres que construyen una vida que se narra como un eco, para todos. Así fue todo lo que dijo Nicanor Parra, incluso aquello que reposó en sus silencios.
Morir es un vicio colectivo, una necesidad, algo que hay que amar. Parra dijo que “la muerte es más larga que la vida”, pero, al final, no son más que un mismo concepto que se construye sobre dos pilares: la memoria y el olvido.
La relación que tengo con todo el trabajo de Nicanor Parra se basa en una biyección entre las dos facetas de mi vida: la física y la literatura. Parra fue alguien que estudió física y matemática avanzada y que a su vez fue capaz de recordarnos el lugar al que pertenece la poesía y todas demás cosas: a donde estemos nosotros, los que escribimos y los que vivimos. Entonces, tener que vivir el final de su legado se siente como una lluvia que nutre mis ríos y la necesidad del desvelo.
Parra hizo lo que debimos haber hecho hace mucho: matar a todos nuestros dioses y musas, escribir para nosotros y desde nosotros; hacer literatura desde los soportes metálicos de los edificios y esqueletos de papel.
En algún prólogo leí que el término “antipoesía” llegó a Parra mientras merodeaba librerías de segunda durante su estancia en Inglaterra. Era un libro en francés que se llamaba “Antipoemas”. Nicanor le dio un significado a lo que la poesía había olvidado. Las cosas no existen en ningún paraíso, porque tal lugar no existe. Lo único que tenemos, es lo que hemos podido definir como nuestro. La poesía de Nicanor Parra se construyó sobre su autenticidad, dentro de la inmarcesible atmósfera de sus memorias y olvidos, de su nombre y su cuerpo.
Parra, con su muerte nos evoca al recuerdo. La muerte es la única excusa válida para recordar. Todos regresamos a nuestras libreras a releerlo, a sentir nostalgia. Otros, lo googlearon y lo empezaron a leer. La muerte solo fue el punto y seguido de su antipoema más largo. Continuará escribiendo en silencio, en braille y en recuerdo. Al final, la vida de Nicanor Parra fue siempre una protesta contra el mundo. Así son los poetas. Entendió que las musas no son más que todas las lecturas, el irremediable encanto que causan las mujeres en los hombres, la naturaleza injusta de nuestra especie; nuestro odio invencible y nuestro amor invisible como el aire.
¿Qué más puedo decir sobre Nicanor Parra en esta columna de recuerdos lluviosos? Hará falta, siempre alguien que recuerde la naturaleza biográfica de la poesía. Neguemos todo lo que hemos sido, lo que somos y seamos un antipoema; olvidemos el mundo, simplemente no creamos en nada. Subamos a la montaña rusa de Parra, vomitemos toda nuestra sangre, pero no bajemos, lloremos sangre, pero no bajemos, muramos, pero dejemos nuestros cuerpos mezclarse nuevamente con nuestras almas. No bajemos, nunca bajemos, porque este nombre que tenemos, es lo más cercano a la antipoesía que nos recordó que la poesía es solo nuestra.