La libertad y las plantas 

Me gustaría ahora concentrarme en solo una escena de Cementerio de esplendor (2015), aquella donde Jenjira, una mujer que cuida a un grupo de soldados con una misteriosa enfermedad que los hace dormir sin motivo, después de comenzar una amistad con uno de sus pacientes, va a un templo con la intención de orar ante dos diosas. Apenas llega, un par de mujeres se le acercan y le hablan. Sin que exista un precedente o se haya planteado siquiera la posibilidad de la situación, las dos mujeres le revelan a la protagonista que son las diosas que acaba de ver en el templo. Esta escena en realidad ocupa pocos minutos de la película, pero condensa muy bien lo que trato de decir sobre Weerasethakul.

Para redondear la idea daré un breve rodeo: la mimesis aristotélica, según Paul Ricoeur, se elabora en el relato (leáse discurso) bajo un efecto de causalidad que Ricoeur llama concordancia discordante. El autor le hace creer al lector o, para usar términos cinematográficos, el director le hace creer al espectador que la historia es verdadera, provocando una sensación parecida a la que tenemos ante las historias del mundo real, pero la historia es ficticia, se encuentra planeada de antemano y sus componentes obedecen a un esquema de causa-efecto. Un ejemplo burdo: si en las primeras escenas de Guardianes de la galaxia nos plantean que se debe vencer al malo en turno, no nos extrañará que al final lo venzan. 

En el cine del director tailandés dicha concatenación se encuentra alterada, no sucede como en la mayoría de las historias. Está allí en alguna medida, pero no se completa bajo la totalidad del relato, se abigarra para desestructurar las posibilidades. El carácter libérrimo del cine de Weerashetakul radica precisamente en un alejamiento parcial de las historias comunes. Al igual que las enredaderas, el relato serpentea libre sobre un tronco estable, echa sus raíces en las vetas de nutrientes y no se detiene a explicar las digresiones. 

La escena que referí al inicio resulta un fragmento paradigmático de lo que intento decir. No hay en Cementerio de esplendor ningún indicio que me haya preparado para la aparición de las diosas. Existen algunas menciones al carácter fantástico de los acontecimientos, los sueños mismos de los soldados parecen ser sobrenaturales, pero la irrupción de dos seres divinos no es parte de las promesas lanzadas al inicio de la película, ese rasgo, en apariencia simple, involucra un deseo por dinamitar la estructura de la historia. Por supuesto que también podría hacerse una interpretación desde la cultura tailandesa o desde la formación artística del director; aquí solo busqué referirme a la forma de no respetar las convenciones dramáticas sin destruir por completo la causalidad de los relatos.