La libertad y las plantas (parte 1)

El cine de Apitchatpong Weerasethakul parece construido sobre un teléfono tirado. Me explico: la planta enredadera que se suele colocar en macetas colgantes y tiene hojas en forma de corazón, cuando es derramada de los árboles de mi colonia, suele quedarse en el piso, a los pies de los troncos; desde lejos los montones de hierbas parecen enredadas unas dentro de otras, pero por lo general, a diferencia de una guía de luces navideñas, cuando tomo uno de los extremos del montón y lo jaló, suelen no estar hechas un lío, sino que se deslizan con suavidad y se convierten en un largo cable esmeralda. Toda esta explicación para evitar el uso de la palabra rizoma, o más bien, para no caer en el academicismo de utilizar un término para algo que requiere una metáfora.

Y es que sí, la estructura de las películas de Weerasethakul es un rizoma, pero no en el sentido que podría darnos el término filosófico, sino uno visual, que me ayuda a explicarme ese tipo de producciones (aparentemente) amorfas, en el sentido de que no poseen un hilo argumental concreto. A esta estructura es a la que llamo, con no tan buen tino, un teléfono o poto recién cortado, porque da la primera impresión de un caos vegetal, pero a la hora de jalar una de sus raíces, se convierte en un tallo, con sus codos y sus hojas definidas.

Esta estructura natural es lo que yo imagino cuando Eloy Urroz en su texto El ensayo del arte escribe sobre la novela libérrima, aquellas grandes obras literarias que no se encuentran constreñidas por las estructuras desgastadas o ya por todos conocidas de su tiempo. La cuestión de la libertad entendida como un horizonte de posibilidades sobre los que se puede elaborar una poética más amplia y no necesariamente unida a la cuestión de la estructura aristotélica me parece relevante ante dicha idea, porque pareciera también caracterizar a las películas del director tailandés.

Quizá dicho rasgo de libertad provenga de la tradición asiática (sobre la que me gustaría volver), pero debe asimismo su origen a la formación artística de Weerasethakul, quien también ha realizado trabajos como artista visual. En este sentido, el campo de la plástica podría ser un determinante en la caracterización de algunas de sus películas, esto explicaría sus largos planos inmóviles o las composiciones de algunas tomas con varias profundidades.

Todo lo anterior abona a la idea principal de esta serie de escritos: la enredadera como una imagen de las películas que no siguen un hilo narrativo cotidiano y que combinan fantasía y realidad, sueño y vigilia, mito y anécdota, familia y amigos, para elaborar una poética que ponga a prueba los sentidos y las percepciones del espectador. Como un poto en el suelo, dan la impresión de caos, pero de un caos organizado.