El gobierno federal acaba de presentar un plan para promover la lectura en este nuestro huachicoleado país y, hay que decirlo, cualquier esfuerzo por promover este ejercicio siempre será bienvenido.
Lo hizo desde la tierra de Don Chapo, allá en Sinaloa, en Mocorito para ser precisos y bajo tres ejes de acción: formativo, para generar entre los chavos y chavitos el placer de la lectura así como reforzar y mejorar la comprensión; sociocultural, para acercar los libros a la gente mediante costos accesibles y promoviendo la asistencia a las bibliotecas para quitarles la etiqueta de aburridas, y comunicativo, para mostrarnos a quienes no tenemos este buen hábito que sí vale la pena.
Por supuesto aplaudo el esfuerzo. Todos o al menos una gran mayoría de los males en este mi México se originan en la ignorancia. Habrá quien deseche la afirmación arguyendo la inasistencia de sus padres o abuelos a la escuela y aun así son o fueron personas educadas y sabias (no en la acepción literal del término), y coincido con ellos.
¿Se imaginan cómo habrían sido de haber tenido la oportunidad o el deseo de leer?
Pero educar y leer no son ni acciones ni verbos sinónimos. Cada uno implica diferentes situaciones, características, rasgos. La disposición puede estar, pero la letra no entra con hambre y mucho menos a fuerza.
Cada ser humano cuenta (contamos) con particulares emociones y gustos generados a partir de nuestra propia historia y entorno, somos universos individuales, con toda clase de diferencias y semejanzas y eso, permítame decirlo, nos hace únicos.
Entonces ¿bajó qué criterios se puede determinar que tal o cual lectura es adecuada para un estudiante de primaria?, ¿por quién?, ¿por qué?
Me parece -y lo digo sin ironía-, que este plan nacional de lectura es un buen esfuerzo, pero no suficiente. A la par debería haber también otras medidas y acciones: modificar planes de estudio, preparar y profesionalizar a los maestros, igualar las condiciones socioeconómicas de la población, garantizar el acceso a la cultura, promover el desarrollo intelectual de los pequeños a partir de las características propias de cada región… generar bienestar en todos sentidos, pues.
Para infortunio de todos, quienes han pasado por ese asunto de la administración pública en los más altos cargos de la burocracia mexicana, hicieron de todo, menos administrar. Por eso la jodidez urbana es diferente a la de la sierra y, no bromeo, hasta en la pobreza hay niveles.
No desacredito el esfuerzo de las huestes encabezadas por el Presidente Andrés Manuel López Obrador pero, como ya señalé, se requiere más… mucho más.