En los ochenta del siglo pasado, circuló en Aguascalientes un impreso que marcó la cultura en la ciudad. Entre 1983 y 1990, El Unicornio, de El Sol del Centro, publicó textos e imágenes de autores y artistas locales que en sus páginas tuvieron un espacio para expresarse libremente.
Jesús Gómez Serrano, Enrique Rodríguez Varela y Salvador Camacho Sandoval mantuvieron un medio editorial crítico, con un interés particular por los asuntos regionales. Su trabajo construyó un espejo donde la ciudad se reconoció como objeto de estudio y sus colaboradores como protagonistas de la historia que el tabloide escribía con su propia existencia.
Cada domingo, sus páginas encontraban lectores para los ensayos, reseñas y poemas que contenían, ilustrados con imágenes impresas a todo color. Pero su principal atractivo consistía en tratar asuntos regionales, especialmente de carácter histórico y cultural.
Esto se relaciona con el interés de los editores del suplemento en la realidad local. Pertenecen a las primeras generaciones de sociología y educación, que problematizaron la vida y la memoria del lugar. La disciplina y constancia de un puñado de investigadores los llevó al Centro de Investigaciones Regionales de Aguascalientes (CIRA) y al Archivo Histórico del Estado (AHEA). Sus estudios impactaron a los lectores con asuntos poco o mal estudiados como los talleres de la Gran Fundición Central Mexicana; o familiares como la feria de San Marcos.
El prestigio de estos jóvenes se sustentaba en la historia de algunas actividades importantes en la región. Confrontaban las interpretaciones vigentes, asociadas a la versión oficial de la vida colectiva y a la elaboración del himno, escudo y otros símbolos de la identidad regional.
En reconocimiento, el gobernador nombró a Gómez Serrano director general del ICA. Y trabajó ahí con sus colaboradores hasta 1992. La transformación de los investigadores en funcionarios públicos mató a El Unicornio; no pudieron sostener su independencia y cobrar como empleados del gobierno a la vez. En el siguiente sexenio, Rodríguez Varela quedó al frente del Instituto.
Entre sus colaboradores, la conciencia de escribir y protagonizar la propia historia, construida con la experiencia ochentera de El Unicornio, sobrevivió durante los noventa transformada en visión oficial. Cabe tratar el punto por separado. Una conciencia de abrir brecha en un territorio virgen o abandonado desde hacía tiempo. Al principio, el impreso aparecía como una simple plana en El Sol del Centro. Luego, la aceptación lectora y la cantidad de colaboraciones justificaron la ampliación del espacio disponible y finalmente la existencia del suplemento por separado, en tabloide, a todo color. Los editores tuvieron acceso a una mesa de luz, papel autoadherible y navajas; cortaban y pegaban de acuerdo con un diseño original de Raquel Rojas.
Con frecuencia Herrán, Posada y otros ilustraban las páginas impresas, enriqueciendo el suplemento. Los editores reconocían un antecedente en el Grupo Paralelo que a principios de los sesenta había agitado las aguas de la promoción cultural en la región a través de la revista Paralelo, liderados por Salvador Gallardo Dávalos, impulsor de la promoción cultural desde la provincia. Su mejor discípulo, el poeta Víctor Sandoval, se convirtió con el tiempo en un importante funcionario. También aparecían textos de ambos en el suplemento.
La marca de esta experiencia en la cultura se cifra en la independencia y laboriosidad. Tres décadas de todo tipo de cambios más la constante dependencia del subsidio público en la cultura pueden explicar la ausencia de proyectos similares en esta ciudad. Los investigadores volvieron a la Academia; los escritores y los artistas, a la precariedad y el silencio enfatizados por las limitaciones institucionales.
*II Coloquio de periodismo cultural en Aguascalientes, 6/10/17.