En junio de 1947 Daniel Cosío Villegas publicó su ensayo “La crisis en México”, en la revista Cuadernos Americanos, en el cual denunció que México estaba viviendo una crisis que se agravaba con el tiempo, producto del fracaso de las metas de la Revolución Mexicana. ¿Cuáles eran las metas de la Revolución? Es una de las primeras cosas que desembrolló Cosío Villegas.
La primera meta fue la de derrocar al régimen porfirista; la segunda meta fue la reforma agraria y el movimiento obrero; la tercer meta se trató del tono nacionalista y el recelo a lo extranjero.
Inmediatamente Cosío Villegas detectó los problemas de las metas. Se derrocó al régimen porfirista pero sólo para imponer otro régimen que actuó similar al de Díaz. La reforma agraria sólo se remitió al repartimiento de la tierra pero no hubo mayor preocupación por el campo; los movimientos obreros quedaron sujetos al gobierno con la creación de los sindicatos.
Lo que sí llegó a aplaudir Villegas fue el movimiento nacionalista que surgió en el país gracias a las artes, aunque también éstas fueron impulsadas por el gobierno. El mayor problema que Daniel Cosío Villegas detectó estuvo en la ausencia de los “hombres de altura” quienes no pudieron con las exigencias de la Revolución conformándose en resolver los problemas inmediatos sin tener una visión hacia el futuro.
A casi setenta años de la publicación de este ensayo, es necesario volver a retomarlo, ¿por qué? Porque México sigue padeciendo esa crisis sin resolverse y se ha ido agravando más y más. Por ello no es extraño que la sociedad esté desconfiada de los políticos y del sistema político mexicano. Parece ser que esas metas siguen siendo arrastradas por los “tatara, nietos” de la Revolución (ya sabemos a quiénes nos referimos), quienes siguen ondeando la bandera de que la Revolución es su herencia, al igual que sus metas.
Si analizamos las metas indicadas por Daniel Cosío Villegas a la luz de nuestra actualidad posiblemente tengamos un panorama aún más deprimente. El régimen de Díaz ahora se nos presenta como una época de paz y progreso, eso es muy curioso ¿no creen? Anteriormente se enseñaba que el Porfiriato era la segunda edad oscura de México (la primera es la época colonial).
Claro, a los gobiernos actuales no les conviene ya el mostrarnos a un dictador que fue derrocado para imponer una nueva dictadura, más refinada y moderna, pero al final es otra dictadura. Ciertamente la imagen de Díaz podía servir para cuestionar el papel del partido “tricolor”. La Revolución sigue fracasando en su lucha contra la dictadura de unos “monarcas sexenales”, como diría Krauze.
Y en cuanto a la reforma agraria, ¿acaso no han sido estos tiempos los más difíciles para el campo gracias al completo abandono hacia él por parte del gobierno? La reforma salinista no se dio para beneficiar al campo, sino para ser arrebatado nuevamente. “La tierra es de quien la trabaja”, frase con la que el campesinado persiste su lucha, ya es algo obsoleto para los gobiernos.
El gobierno arrebata las tierras y las entregan a manos de los privados. Y no hablemos de los movimientos obreros, quienes no han podido independizarse de las férreas garras del gobierno. Íntimos aliados en épocas electorales. Triste y lamentable.
Y ¿qué podemos decir respecto a la tercera meta? Ese nacionalismo quedó atrás. A las nuevas generaciones poco le interesa su patria. La patria sólo se defiende cuando la selección mexicana juega, y eso si no pierde porque cuando lo hacen no los bajamos de “maletas”. Aquel nacionalismo de mediados del siglo pasado quedó ahí, en el pasado. Apenas y existen algunos atisbos de patriotismo. Por supuesto, también no es conveniente que exista un fuerte patriotismo en una nación cuyos gobernantes tienden a entregar los recursos del país a los extranjeros a cambio de nada. Este nacionalismo, mientras más enterrado, es mejor para los intereses privados. ¡Qué lamentable! La sociedad tiene que recuperar esa esencia y luchar por lo que es suyo.
Hace setenta años, Cosío Villegas había confiado en que la solución de la crisis en México vendría del mismo seno revolucionario. Él desconfiaba de la derecha y más aún de la “revoltosa” izquierda. Siete décadas han pasado y el partido de la Revolución no ha logrado solucionar este profundo sistema, se siguen conformando en solucionar los problemas inmediatos, pero no los profundos. La crisis sistemática va en aumento, y no hay nadie que la detenga pues no hay hombres de altura.
¿Podríamos seguir confiando la solución de la crisis a los “herederos de la Revolución”? ¿Confiaríamos nuevamente en una derecha que resultó ser la oposición amiga del “tricolor”? ¿Confiar en una izquierda revoltosa cuyos pilares ideológicos incumplen? La pregunta sería ¿cómo se podría solucionar esta crisis? ¿Quién o quiénes deben de dar solución? He de insistir que la solución está en el hacer una nueva revolución, no en una armada, ya vimos que esa no cambió nada, sino una ideológica que ataque el problema de raíz; una revolución de consciencia.