Japón: reseña de un viaje (parte 1)

Primeras impresiones…

Cómo quisiera agradecerles a todos los japoneses que nos han ayudado, pero no puedo. El agradecimiento es una sonrisa y un pequeño thanks o arigato. El idioma es un el verdadero choque cultural. En lo demás somos muy parecidos. Hace algunos años visité sólo otro país: Cuba. Pero agradecer a los cubanos era más sencillo, la lengua materna me ayudaba. Podía agradecer su comida, su sencillez u hospitalidad con algún verso o con palabras. Aún así, queda claro que no podré volver a los mismos sitios a los que fui en ese viaje.

En esta ocasión la situación es más angustiante. Regresar al mismo sito, incluso en el viaje, es casi un reto. Entre tanta población y tantos sitios, ver es un instante. Todo parece relativo.

He visto varios países en un mismo Japón. Ya me lo esperaba. Una calle puede separar un barrio de otro, un estatus de otro. Hemos visitado barrios con residentes extranjeros. Predominaban los indios, los coreanos y los filipinos. Algunos chinos, algunos europeos. Hasta existen restaurantes mexicanos.

Somos un reflejo de nuestra patria. Las calles en los barrios coreanos e indios son estridentes y caóticas. La gente al verse rodeado de sus compatriotas empieza a comportarse como su mismo país. Lo mismo pasa en nuestro barrio coreano o chino en México.

Cuando uno va en el transporte público puede reconocer fácilmente a un extranjero: somos los del bullicio. También se puede reconocer fácilmente la nacionalidad. Nuestro país nos marca; nuestra herencia cultural pero también social. Tal cual como encontrar a otro mexicano en el extranjero. Hay un entendimiento. Un secreto y un diálogo desconocido por el entorno.

Cada país hereda un reflejo.

Quiero tatuarme en Japón y me encontré regateando. Hasta que fui consciente del acto me di cuenta de la situación. Tenemos impregnada nuestra herencia.

También nos hemos hospedado en barrios de prostitutas y «loves hotel». Me impresiona la cantidad de ambos. No me lo esperaba. La cultura alrededor del sexo es tan explícita y cotidiana en la capital nipona. Hay montonal de tables con mujeres filipinas. Canales pornográficos, hentai, instrumentos eróticos.

Intento ver otra realidad a la imagen típica del país. Lo demás es tarjeta postal.

Ayer fuimos al zoológico de Ueno. Había una sección dedicada a Madagascar y animales que nunca había visto. También aprendí la importancia de buscar la fauna local. Intentar vivir un día como ellos, aunque nunca se deje de ser extranjero. Lo veo en sus miradas de reojo, somos el bicho raro.

Eso sí, probamos los mejores fideos y el mejor ramen, sin duda. No hay nada parecido en México. El sabor es completo e intenso. Perdura. Ambos fueron en comedores locales. La gente nos miraba como un circo, todos trabajadores, todos japoneses. Pero el sabor fue tan intenso. Inolvidable.

He visto un montón de cosas, tantas imágenes… sin embargo, siento que somos tan parecidos. Hay momentos en donde me siento en casa. ¿Será que nuestra casa es el mundo?

En definitiva no somos tan ajenos.

Llevamos tres días. Ahora vamos al monte Fuji.