Japón: mi experiencia en el Sento (Reseña de un viaje parte 2)

No es muy común que esté rodeado de personas DESNUDAS de mi mismo sexo. Y no es que nunca haya visto a una persona de mi mismo sexo desnuda: recuerdo haber visto a algún amigo desnudo, o a mi padre desnudo, o en alguna práctica sexual perdida en la memoria, o en muchos de los videos que decimos que nunca vemos, pero estar rodeado de tantos, pocas veces. Recuerdo las veces que en las regaderas del baño del gimnasio podía ver los traseros desnudos, todos ellos cambiándose con gran naturalidad, conviviendo entre la desnudez, la fatiga del entrenamiento, y la prisa del trabajo. Siguiendo las anécdotas de Japón, platicaré sobre mi experiencia en un sento.

La desnudez en nuestra sociedad siempre es un tema lleno de pudor. Aunque seamos muy aventados y nos hayamos desnudado en una fiesta, o vayamos cada año al World Naked Bike Ride; aunque seamos modelos de desnudo o hayamos posado en las interminables fotos de Spencer Tunick, enfrentarnos a nuestro propio cuerpo en presencia de otras personas no es común. En un sento no sólo es común, es cotidiano.

Los japoneses acuden algunas veces por semana a los sentos, que son baños públicos para relajarse. Algunos son parecidos a la película china «el baño» donde además de la relajación, existe el juego, el entretenimiento, y por lo tanto es común ir con tus amigos a recibir un baño, disfrutar de un masaje, una partida de shogi. Me parece un difícil pero no imposible imaginarme jugando ajedrez o póker con mis amigos desnudos en un baño público, pero allá así es.

Llegas, te quitas la ropa y guardas tus pertenencias en un armario, cosa que al menos a mí no me pareció tan difícil, entras a darte un baño para entrar al “baño” (sento, que realmente son largas piletas de agua), te relajas, te pesas y te vas. Yo estaba preparado para eso, sin embargo lo primero a lo que me enfrenté es que ducharte para entrar limpio a la pileta no era sencillo, me dieron un jabón común que tuve que cuidar y usar durante toda mi estadía. La ducha debe ser sentado, llenas una piletita de agua, te enjabonas y te enjuagas con la pileta, hasta ahí todo bien, el problema es que el banquillo donde debes sentarte es diminuto y cercano al piso; toda una aventura fue sentarme.

Después de quedar limpio ahora sí, a disfrutar, o al menos eso creía. Nuestra primera impresión fue toparnos con un agua muy caliente entre los 40 y 42 grados Celcius. Debes aventar un poco de agua hacia atrás para alejar los malos espíritus, y empezar a acostumbrarte al agua (en los otros sentos el agua no estaba tan, tan caliente), después de lograr sumergir mi cuerpo a la pileta con los otros allí mismo (ojo, no debes sumergir la cabeza es muy mal visto) y de observar como de reojo me miraban, (no con desdén o con morbo, solo les llamaba atención que fuera moreno, con sobrepeso ya que casi nadie tiene kilos de más en Japón, tatuado y con mucho pelo), empecé a sentirme mal.

Hace tanto calor que tuve taquicardia y se me bajó la presión. Cuando identifiqué mi malestar empecé a moverme más lento (en el sento debes moverte lento, no es un juego) decidí salirme de esa pileta e intentar las aledañas. La siguiente tenía el agua helada entre 5 y 8 grados Celsius, no me lo esperaba pero me regresó el alma al cuerpo, la siguiente era caliente pero tenía masaje de agua, y la otra tenía burbujas, chevere, después de marearme de nuevo me regresaba a la helada a darme un chapuzón y así sucesivamente.

Estuve cerca de media hora en las piletas, y con la presión baja decidí salirme ya que estaba más relajadito. Acto seguido debes enjuagarte o bañarte de nuevo en las los pequeños banquillos, ya que debes arreglarte para salir al mundo. Después uno debe secarse con una toalla diminuta (interesante experiencia pero ya era lo que menos me apuraba), subirse a la báscula para ver qué tan en forma estamos, vestirse, entregar el jabón, la toalla, e irse.

Para recuperar el alma encontramos un calpis y un yakut gigante que nos volvió a la vida.

La verdad, es que me encantó la experiencia, lo volví a hacer y lo volvería a hacer mil veces. Cada género se separa en dos distintos sentos, pero al menos en el masculino, se convive y se relaja. Los hombres platicaban entre ellos. En uno de los sentos se reían de mí de manera discreta y, tal vez, un poco xenófoba, pero en general, les era indiferente.

Esto es importante: ser indiferente al cuerpo extraño y conocer el tuyo es la base central del sento, allí convergen japoneses y extranjeros de todas clases sociales y todo tipo de cuerpos, y todos ellos se vuelven iguales. Esta es la idea detrás del sento, recordarnos que somos iguales.

Allí no existían comentarios machistas o insultantes, la gente va a relajarse, a disfrutar, a convivir. Este es el problema que pienso al tener un sento en México, ¿cómo crees que sería?

Lo primero que me viene a la mente es la gente cohibida con su cuerpo, algunos entrando en traje de baño, pero la experiencia debe darse sin trajes de baño.

Otra cosa que viene a mi mente son los chistes e incomodidades al cuerpo ajeno: que si es de tal tamaño, que si es de tal color, que si tiene tal cosa; o malas bromas homofóbicas y de mal gusto. Sería todo un reto poner un sento en este país, ¿tú que opinas?

Ahora, en México, por más que me bañe sentado y me aviente agua hirviendo desde la olla, nunca será igual… me hace extrañar la travesía .