Israel se mueve a partir de una música que le va creciendo, desde una historia que contar, pero es tan oculta que desde afuera sólo vemos el movimiento de su delgado cuerpo hasta que poco a poco comienza a escribir un discurso nuevo, una poética del taconeo y la extensión de los brazos.
Cuerpo de 49 años, con todos los signos de una madurez vuelta venas prominentes, unas piernas largas y nerviosas, el cabello despidiéndose poco a poco de la cabeza, los ojos negros puestos en un baile que no termina, aunque termine. ¿Qué es el ritmo dentro de un cuerpo que en lugar de bailar cuenta historias sobre ataúdes o carnicerías?
Me interesa su lenguaje corporal y ese narrar que cuenta a borbotones golpeando el tablado, produciendo sonidos con sus palmas sobre su pecho, sus costados, sobre sus piernas y repiqueteando los dedos entre sus dientes. Pareciera que en Galván se cumple una máxima de contarlo todo con todo el cuerpo. Representa el misterio del decir, de extravagante diálogo con el espectador. Al contemplarlo sabemos que entramos en modo poético, nos domina su canto corporal, convence la manera en la que remata sus frases, vencen sus silencios y desenfreno a destiempo.
Nunca antes el flamenco y la poesía experimental vueltas cuerpo, las historias que transmite son de gitanos, de entretenedores de circo, de meseros trasnochados, de muertos vueltos a la vida danzando sobre su propio ataúd (o somos nosotros mismos, dentro de un ataúd en un llanto que es movimiento, pero no escritura, como lloraba José Revueltas).
Baila en público, escucha los murmullos, pero conversa hacia adentro. Experimenta en contorsiones y texturas de pisos y suelos de todos los materiales, porque de ahí surgirá nueva música para los otros, una constante retahíla de fórmulas para no dejar caer el mundo; lo observo y sigo uniendo su danza con la poesía, recupero el son constante de los poemas de la físico-matemática Olga Gutiérrez García:
PORQUE LA ANTIDERIVADA
porque la antiderivada pesa más que cien millones de estadios de fútbol y
la comezón por la vida no se acaba con la teoría del campo unificado ni con el más olímpico deseo por desintegrarnos del Gran Ausente
porque esto es lo que nunca nos enseñaron porque este es la verdadera Dark Matter porque el canto de los transfinitos explota dentro de una lata de cocaína y decimos salud estrellas mientras se
esfuman los pulmones en pos del vellocino de oro y la piedra filosofal y palpamos
como si la tinta pulpara la pulpa del purulento pulpo enloquecido en la escritura que no es más que la leche de un Dios ionizado por letras sin sentido cdkielaieulaihekkeeñgt
aquí en la bóveda del cuarto testículo y en la rigidez de un tubo de Falopio
como dientes de leche expulsados por un pentagrama de dioses inexistentes lamidos por ovnis que conocen los más íntimos secretos de los quarks y demás pequeñuelos que nos parieron después del Big
Bang y a los cuales volveremos como patos salados en un platillo chino
hoy heroinizados a full speed y en el etílico intentamos salirnos de nosotros mismos y volamos volamos para estrellarnos con la fuerza que sostiene a la Vía Láctea y a pesar de esto no logramos escapar de esto que llamamos cuerpo y sólo sólo sólo la Nada aparece redentora para aquietarnos del horror del horroroso ojo de Aquel o Aquello que conoce nuestra composición exacta y del
caldo en equilibrio del que estamos hechos para
sostener la vida bajo la regla de cálculo y adentrarnos en la trinidad de números normales que fenecen como reses sobre las brasas de cualquier domingo del purgatorio
amén
Olga Gutiérrez lee con la misma musicalidad que Galván baila, pone sus ojos en el público, los domina con un ritmo desenfrenado, desata fórmulas concebidas para las ciencias duras y las restriega en un armado que transforma la realidad: somos materia, pero materia poética y también polvo cósmico, pero polvo enamorado.
Porque la antiderivada y los misterios de la Dark Matter en Gutiérrez son verdades como versos, movimiento de esos dioses y quarks que evolucionan para ser fijados en un texto poético para destrozarse así mismo. Propongo una danza de Galván con los versos de Olga, un tránsito de composiciones transfonterizas, música y palabras para medir los deseos, una celebración del querer decir en infinito con un baile fuera de lo antes visto.
Poesía y danza, ciencia y danza. Los discursos se unen en el arte de lo improbable para gozo del lector que ve, degusta, abraza y baila poesía. El arte en Galván y Gutiérrez se ha cumplido.