Irresponsabilidad a flor de piel

El hecho de que el director del Instituto Mexicano del Seguro Social, Zoé Alejandro Robledo Aburto, sea un paciente más de covid-19 es preocupante. No solo porque se trata de un funcionario de primer nivel en el gobierno de esta nuestra amada República, sino por el hecho de haber estado cerca, muy cerca del inquilino de Palacio Nacional y otros de sus pares con labores igual de importantes en el gabinete federal.

Con toda responsabilidad, el chiapaneco compartió el 8 de junio a través de sus redes sociales la noticia y confirmó que no manifestaba síntomas, que su familia también había dado positivo a la prueba para detectar la enfermedad y que ya había seguimiento sanitario a las personas con las que había tenido contacto recientemente. Tres funcionarios más del primer círculo del IMSS también resultaron positivos.

El punto es que días antes, el 5 de junio, en Villahermosa, Tabasco, acompañó al Presidente Andrés Manuel López Obrador en su tradicional conferencia mañanera, junto con los titulares de las secretarías de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo Montaño; de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval González; de Turismo, Miguel Torruco Márquez, y de Marina, José Rafael Ojeda Durán, y el comandante General de la Guardia Nacional, Luis Rodríguez Bucio.

También estaban ahí el gobernador tabasqueño, Adán Augusto López Hernández; el subsecretario de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación, Alejandro Encinas Rodríguez, y el coordinador Nacional de Protección Civil, David León Romero.

La Organización Mundial de la Salud detalla que se puede contraer la COVID‑19 por contacto con una persona que esté infectada. “La enfermedad se propaga principalmente de persona a persona a través de las gotículas que salen despedidas de la nariz o la boca de una persona infectada al toser, estornudar o hablar. Una persona puede contraer la COVID‑19 si inhala las gotículas procedentes de una persona infectada por el virus. Por eso es importante mantenerse al menos a un metro de distancia de los demás. Estas gotículas pueden caer sobre los objetos y superficies que rodean a la persona, como mesas, pomos y barandillas, de modo que otras personas pueden infectarse si tocan esos objetos o superficies y luego se tocan los ojos, la nariz o la boca”.

El dato curioso es que ninguno de los 10 personajes aludidos portaba cubrebocas durante la conferencia y al menos cinco de ellos hicieron uso del mismo pedestal y micrófonos para hablar con la prensa.

Por supuesto, en la conferencia mañanera posterior al aviso de Zoé Robledo, se preguntó al Presidente si se practicaría la prueba para desechar cualquier posibilidad de contagio. La respuesta fue un rotundo “no”, bajo el irresponsable argumento de no manifestar síntoma alguno de la enfermedad y “sentirse bien”.

101 conferencias vespertinas de las autoridades del sector salud sobre el tema no han sido suficientes y alguien no ha logrado entender que no todas las personas desarrollan o manifiestan los síntomas de la enfermedad.

Se predica con el ejemplo, dice el sabio refranero popular, y quizá, solo quizá, valdría la pena dejar la necedad, la ignorancia y la terquedad de lado para dar un poco de confianza a los millones de habitantes de este maravilloso país de, hasta ayer, 120 mil 102 casos positivos y 14 mil 53 decesos por covid-19 (según el conteo oficial). 

Breves reflexiones

Hace algunos días sostuve una conversación virtual con dos colegas en torno a la pandemia y el futuro inmediato.

De entrada coincidimos en las severas dificultades y el enorme compromiso que nos espera. Economía, educación, desarrollo social, factores y medios de producción, salud, ciencia, tecnología, entre otros de igual o mayor importancia, fueron algunos de los tópicos abordados durante la charla por una sencilla y evidente razón: la crisis provocada por el coronavirus 2 (SARS-CoV-2) a nivel global ha tocado y agitado todo el entramado de nuestra especie.

Lo cierto es que debemos aprender a comportarnos como seres humanos, pensantes y racionales, además de sumar empatía, compromiso social y corresponsabilidad. Coincidimos también en la ineludible obligación de los seres humanos de modificar nuestra forma de vida, invertir mucho más en aquellas áreas de utilidad, como la ciencia y las artes, y provocar un nuevo humanismo a nivel global que nos permita caer en la cuenta de que “el otro”, simplemente, no lo es.

Formamos parte de una sociedad en la que prevalecen el racismo, la apatía, la discriminación, la soberbia y, tristemente, la ignorancia. Todas estas características, créame, también tienen su grado de contagio.

Por ello el reto inicial será concientizarnos de la alta responsabilidad que implica ser parte de este gran “algo” en el que nos encontramos y ello requiere modificaciones en el ámbito educativo, reordenar nuestras prioridades y aprender a cohabitar con todo nuestro entorno sin dañar sus elementos y componentes.

Parafraseando a Viktor Frankl (quien a su vez lo hizo a Friedrich Nietzsche), ya tenemos nuestro por qué, ahora debemos poner en práctica el cómo.

El esfuerzo, estoy seguro, vale la pena…