Iosi Havilio

De todas las obras que he leído en los últimos diez años (contando las que empecé y no terminé), Paraísos está entre las mejores. Entendible resulta, pues, que me haya puesto en contacto con el autor. Que enseguida me ha concedido una entrevista.

En Paraísos, Iosi Havilio se transforma en mujer, en madre. Paraísos no contiene florituras ni sutilezas ni aliños literarios (de ningún tipo). El escritor se desvanece antes de empezar a escribir, desaparece, rompe su pluma y se desdobla (olvidando [enteramente] al elemento primigenio).

Y hecho mujer, nos habla con naturalidad describiéndonos la vida que se abre ante ella, su vida. Es consciente de que anda errada, pero no sabe cómo escapar del laberinto que ella misma se construye día a día. Sin embargo, acepta su precaria situación mientras ¿espera? desapasionadamente un golpe de suerte casi impensado.

Al principio puede parecer una mujer simple que no consigue salirse del camino que se abre ante ella, pero no tardamos en descubrir que es ―simplemente― humana. Paraísos incita a la reflexión. ¿Quién, en algún momento, no se ha dejado atrapar por un destino que suponía propio, privativo, inexorable?

«No me puedo sacar de la cabeza: Existe alguien que vive dentro mío como si yo fuese su casa.»

Y ahora las siete (7) preguntas:

Primera: Iosi, ¿crees que estos tiempos de literatura fantástica & romántica tienen alguna semejanza con aquellos de caballerías?

I.H.: Sin duda, la literatura siempre bascula entre la solemnidad y la farsa; entre líneas, los libros nos interpelan, nos divierten, nos provocan, nos emocionan, más allá de cualquier género, de cualquier circunstancia.

Segunda: ¿Están las grandes editoriales extraviando a los lectores?

I.H.: Digamos que hacen fuerza para fomentar el despiste, pero los lectores suelen extraviarse solos… con la ayuda de libreros, periodistas, y, por supuesto, del propio escritor.

Tercera: ¿Estás de acuerdo con el Lector Iracundo cuando asegura que “cada vez que se publica un mal libro, muere un gatito”?

I.H.: Los malos libros son imprescindibles, pero malo no significa liviano, ni fácil, muchas veces los malos libros (y no me refiero a los libros prefabricados, sean de ficción o no, que cuentan tanto como un par de zapatillas) son los que asumen los mayores riesgos, tal es así que suelen fracasar en el intento; en ese sentido, desconfío bastante más de un buen libro, correcto y previsible, que de estos malos.

Cuarta: Dentro de los sensatos cauces de la humildad, ¿te consideras un Cervantes contemporáneo?

I.H.: Estoy haciendo grandes méritos para emular a Sancho.

Quinta (ya desde la sonrisa): ¿Piensas que tu obra está recibiendo el reconocimiento que merece?

I.H.: ¡Qué pregunta! Justamente, voy a citar a un personaje de una novela que estoy escribiendo en estos días: “Para un escritor el elogio nunca es suficiente… si lo nombran, porque no lo nombran como quisiera y si lo ignoran porque lo ignoran; así es, le cabe al más ignoto y al más célebre. ¡Los artistas son todos unos patéticos ególatras! ¡Bah, como todos!”. No sé si contesta.

Sexta (riendo entre dientes): Contesta, contesta… ¿Crees que el lector medio le saca todo el zumo a tus novelas?

I.H.: No sabría medir la estatura de un lector.

Séptima (entre risas [comedidas]): ¿Qué sientes cuando un lector meticuloso elogia tu trabajo?

I.H.: Alegría, aliento y muchas sospechas.