Letras de oro para honrar a los estudiantes caídos en el 68. Las primeras aprobadas para engalanar el salón de plenos del Senado. Ya la semana pasada se hizo lo propio en el congreso federal, cuando los diputados acordaron por mayoría inscribir, también con ese material en su muro: Al movimiento estudiantil de 1968.
¡Qué padre!(sic) Me gustaría saber qué pensarían los revolucionarios de entonces ahora, 50 años después de los gritos, los golpes, las desapariciones y toda esa sangre derramada en un enfrentamiento de libros y fusiles, si pudieran percatarse de que su lucha tuvo el éxito deseado (y hasta letras de oro tendrán para recordarles) gracias a los buenos oficios de una clase política que, salvo algunas honrosas excepciones, no ha hecho más que sangrar al erario, proteger al delincuente en turno y cuidar a un sistema que, de suyo, se ha convertido en el peor de los lastres para este país tan sin memoria para todo, excepto para el 2 de octubre, porque el 2 de octubre, todos lo sabemos, no se olvida.
Damita, caballerito.
Usted de teléfono móvil y redes sociales; de horarios estrictos y eterno anhelante de mejores días de mañana; convencido inequívoco de que cuando una puerta se cierra decenas de ventanas se abren; crítico acérrimo de la actividad gubernamental; graduado honorífico de las lides socceristas dominicales, y uno de los miles de importantes activos con que cuenta lo que sea que importa para esos pocos que controlan a muchos… ¿está de acuerdo?
De ninguna manera pretendo restar un ápice de importancia al movimiento de ese año, el del cambio, mucho menos a sus protagonistas, pero es evidente que México no fue el mismo después de los brutales hechos de entonces y usted quizá, como yo, desearía respuestas, investigaciones, castigos… ¡justicia!
Hace unos días, el portal adnpolítico publicó (al igual que otros medios) la determinación emitida por el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI), para que el Archivo General de la Nación haga pública la información con que cuenta sobre el movimiento estudiantil de 1968 “para buscar la verdad y reparación del daño”. El comisionado Oscar Mauricio Guerra Ford dijo que con la socialización de esa información “será posible fortalecer el conocimiento de lo que aconteció en torno al movimiento estudiantil de 1968”.
Esa sí es una iniciativa valiosa y digna, al menos mucho más productiva que la de nuestros bien amados politiqueros que, aprovechando la coyuntura, el aniversario y la pasión que la fecha provoca entre algunos sectores, decidieron llevar agua a su molino y letras a sus muros.
Ello resulta increíble si se cae en la cuenta de las batallas encarnizadas que sostienen para señalar responsables y culpas. Solo para ejemplificar el cinismo, la desfachatez y la orfandad en el Senado (la cámara alta, dicen los que saben), habría que recordar la discusión sostenida entre dos fuerzas sobre la violencia que se pasea a sus anchas y tranquilamente por las calles, plazas y jardines de este amado México tan nuestro.
Uno, encumbrado como portavoz y ejecutor inmaculado de la nueva fuerza política mayoritaria; otro, un hidalguense premiado con la coordinación cameral de un partidazo hecho pomada por sus propias dirigencias y liderazgos. Para Ricardo Monreal la nueva administración federal recibirá un país convertido en cementerio y el primer Miguel del Senado, refuta asegurando que la verdad es otra. Para Osorio es culpa de los perredistas cambiados a morenistas que fueron gobierno y no pudieron y ahora culpan del todo a todo el PRI.
Ya lo he señalado en entregas previas: primero hallemos soluciones y luego busquemos a los culpables, sin comisiones, sin protagonismos, sin mayor afán que el de llevar a nuestro país y sus habitantes a mejores estadíos en aspectos tan importantes como salud, educación y trabajo, por mencionar algunos temas. Sin pleitos de vecindad y sin esos discursos ofensivos y ramplones que acostumbran para ganar notoriedad y el mejor espacio en el noticiero.
Es verdad: debe haber un reconocimiento público al movimiento estudiantil de 1968 y esas letras tienen que estar en los muros de los tres poderes en todos sus niveles para tener siempre presente que hay historias que no deben repetirse.
No importa si no son de oro, nos damos por bien servidos si les borran las manchas de sangre…