Hablemos de racismo

El 12 de agosto de 2017, en Charlottesville, Virginia, Estados Unidos, nuevamente hizo acto de presencia aquella sombra nefasta del racismo norteamericano. Entre esvásticas y capuchas del Ku Klux Klan (KKK) la “ultra derecha” estadounidense protestó por haber sido retirada la estatua del general Robert E. Lee, dirigente de los ejércitos confederados. Está marcha desató una verdadera guerra campal entre los manifestantes y los contra manifestantes. La ola de violencia era de esperarse.

Sin embargo, lo que causó más indignación fue la expresión del presidente en turno, Donald Trump, al señalar que la responsabilidad de aquel zafarrancho era de ambos grupos. ¿Fue correcto lo que el mandatario estadounidense señaló? Para la lógica de Trump el asunto se trató de: ambos bandos contendieron, ambos se enfrentaron física y verbalmente, ambos son responsables. La presión mediática señaló que no puede haber dos culpables cuando los manifestantes de la “ultra derecha” llegaron agrediendo con su marcha. Pero ¿acaso esa “ultra derecha” no fue provocada?

No estoy defendiendo ni mucho menos justifico el tremendo acto que hicieron estos personajes donde hubo muertos y heridos, pero vayámonos a los hechos. Muchos han señalado que la mera campaña presidencial de Donald Trump motivo al resurgimiento de estos grupos racistas, entonces ¿por qué quitar la estatua del confederado en momentos de tensión racial? ¿Cuál era el objetivo de retirarlo? Picotearon el avispero y todavía se sorprendieron de ser picoteados.

Pero entramos en otra cuestión. Los medios de comunicación nos muestran el resurgimiento del KKK al que la sociedad americana daban por muerta, algo completamente falso y se muestra porque su estructura sigue intacta y sus redes de comunicación les han permitido organizarse sin mayor complicación, mostrándonos que son los blancos los únicos racistas. Si prestamos atención al mapa elaborado por el Centro de Estudios Jurídicos sobre la Pobreza del Suroeste, nos encontramos con otra realidad.

Resulta que en los Estados Unidos existen alrededor de 775 grupos de odio activos. Es cierto, la enorme mayoría está compuesta por la población blanca, entre los Skinheades, neonazis hasta el KKK. Pero también nos encontramos con un numeroso grupo de “Separatista negro”, quienes siguen teniendo presente su Black Power. Es decir, resulta que el problema del racismo ha invadido a toda la sociedad norteamericana, y esto no es culpa únicamente de Donald Trump, sino de aquellas sombras que no han logrado disiparse sino que se han visto en aumento gracias a la paranoia a la que la sociedad está inmersa.

Hablamos de una sociedad multicultural que a su vez rechazan esa pluralidad por temor al “extranjero”. Y ante esta mutua repulsión se producen situaciones como la vivida en Charlottesville, donde los manifestantes de la “ultra derecha” proclamaban: “White lifes matter”, mientras que los contra manifestantes respondía: “Black lifes matter”, respondiendo al racismo con más racismo. Entonces, ¿qué tan errada fue la aseveración de Trump al señalar a ambos bandos como responsables de los disturbios en Virginia?

No importa el color, el racismo es un fuerte problema para todos y para todas las sociedades. Ni blancos y ni negros; hablamos de seres humanos.