Pues resulta que nuestro risueño presidente sigue encumbrado en una peana de mármol blanco “dirigiendo” el país con una enorme aureola de bondad cubriendo su encanecida y resuelta cabellera. Las alas no se notan pero, se lo aseguro, existen, al menos para sus miles de guaruras en este nuestro asaltado territorio nacional.
Andrés Manuel López Obrador enfrenta estoico los embates de propios y extraños y se confirma que sí, se parece mucho al Benemérito de las Américas y el viento tampoco le hace un carajo. No importa si son las críticas por sus consultas a mano alzada, por las letras chiquitas en las negociaciones para evitar aranceles a productos mexicanos en EU, por el empecinamiento en hacer obras donde no, por la revocación del mandato, por andar envalentonando a la jefa de gobierno en la CdMx, por seguir descalificando a sus detractores y por minimizar verdaderos problemas de este nuestro amado y diezmado México.
El tabasqueño reitera que no, que su afán no es la venganza y opta mejor por el “borrón y cuenta nueva” a menos, claro, que una mínima representación levanté su manita para decirle a don Peje que sí quiere lo que sea que esté consultando.
Y él, magnánimo como es, resuelve sin chistar que 200, 300 o 400 manitas al aire han tomado una decisión por millones.
¡Eso es Toño tigre! El poder, ni duda cabe, es para usarse.
Un líder, decía Maquiavelo, se sustenta en la estrategia.
La del tabasqueño es poquito más que evidente, casi insultante: dad al pueblo lo que quiere, no lo que merece. No recuerdo de quién es la cita, pero él, nuestro amado Peje, la aplica en vivo, a todo color y pésele a quien le pese.
Lástima que sus huestes y demás universo restante no tengan las mismas consideraciones con quienes por angas o mangas se han alejado del régimen encabezado por el tabasqueño a quien ya le renunciaron Clara Torres Armendariz, quien se desempeñaba como directora del Programa de Estancias Infantiles de la Secretaría de Bienestar y Simón Levy-Dabbah, subsecretario de Turismo. Ni hablar del entonces director del IMSS, Germán Martínez Cázares; la ex secretaria del Medio Ambiente y Recursos Naturales, Josefa González Ortíz Blanco y, el caso más reciente, el otrora director del Instituto Nacional de Migración, Tonatiuh Guillén López.
Ellos ya son señalados por la enorme y maleable masa morenista por una simple y cuestionable razón: quien no está con cabecita de algodón “es corrupto”.
Así de pobre y simple el análisis de la masa que rodea a don Peje… igual o peor que el desempeño presidencial…
La del estribo
Hace unos meses en este mismo espacio, el 26 de febrero para ser exactos, me tomé la libertad de enunciar y describir a quienes tenían reales oportunidades de dirigir lo que queda del partidazo en un artículo que titulé “PRI: espejismos para la militancia”.
Uno de los mencionados fue el hoy ex gobernador campechano Alejandro Moreno Cárdenas, quien se juntó con Alma Carolina Viggiano Austria para encabezar la fórmula que, todo parece indicar, será la responsable de que el Revolucionario Institucional intente recuperar lo perdido: confianza, militantes, control, decisión, espacios, hegemonía, consensos y demás. Él sería el presidente y ella la secretaria general.
A este binomio parece que ni un huracán categoría 5 podría derribarlo. La dimisión del connotado priista José Ramón Narro Robles, con todo y sus señalamientos sobre la simulación en que se ha convertido el proceso para elegir a la nueva jerarquía revolucionarioinstitucionalista mexicana, no hizo mella en la estructura del agonizante y moribundo dinosaurio tricolor, aunque sí encendió algunas alertas entre otros que, como él, aprecian en el de la renovación gerencial partidista un ejercicio de todo tipo, excepto democrático…