Gorriones

Desde que trabajo a distancia, dejo al menos una puerta abierta, para que mis perros decidan si duermen adentro o en el patio. Antes lo hacía por las tardes, noches o fines de semana y fiestas de guardar, en mis propios escritos o de otros.

Siempre he trabajado en casa, considerando que me dedico a escribir, sin importar que lo haga recostado en mi cama o sentado frente a una mesa. Mejor visto, un escritor trabaja en donde esté, siempre que sus afanes estén dirigidos a la escritura. Incluso cuando lee. Pero si le pagan por hacerlo, la actividad que inicia libremente se convierte en trabajo, en algo para lo cual debe capacitarse y actualizarse permanentemente. 

Como muchos escritores, aprendí el oficio del corrector de estilo como una necesidad profesional, cuando tuve que participar en un equipo editorial encargado de hacer libros y revistas. Había mucho apoyo del gobierno estatal para las publicaciones y poco a poco me fui involucrando en el proceso de convertir un texto en libro o artículo.

Así que ahora estoy todo el día en casa, con las puertas abiertas si hay buen clima, trabajando para el INEGI o por mi cuenta. Por tanto, me doy cuenta de cosas curiosas que ocurren, como las incursiones de los gorriones al interior.

Los volátiles entran a la casa a robar croquetas o trozos de pan que comparto con mis peludos amigos. El rumor de sus aleteos o sus picoteos en los platos me saca de lo que esté haciendo. Volteo y entiendo por qué hay gente que se organiza para observar a las aves.

Lo diferente aquí consiste en que las observo dentro de mi casa. Sin jaula y bajo su propio riesgo. Algunos ya no salen vivos. Pero la mayoría se posa en donde gusta y hace lo que ningún animal puede dejar de hacer: cagar.

Hubo tiempos en los que no hubiera podido publicar lo anterior. Los argumentos del decoro y la decencia, la moral y el buen gusto lo impedían. Gilbert Highet señala en La tradición clásica que los ancestros barrocos alteraban a los clásicos grecolatinos a su gusto, evitando los pasajes más crudos de La Ilíada, poblada de destripados y mutilados en el furor de las batallas donde los dioses conocieron su suerte.

Ahora, eso depende de las políticas de las redes sociales; en todo el globo se discute hasta dónde se puede censurar un medio sin afectar a sus usuarios. La sobrevaloración de lo individual se topa con la relevancia de lo colectivo, nunca suficientemente valorado, menos si la colectividad está polarizada y se pierde de vista lo que tenemos en común.

En esta atmósfera inestable, tanto como parte de la democracia como por ausencia de tal sistema de gobierno, los intercambios de información corren el riesgo de convertirse en mero ruido. En el caso de la información escrita, al menos debe haber cierta solvencia lingüística, que haga del texto la expresión de lo que se quiso decir y no de lo que dejan ver las limitaciones del escritor. Añadidas a las del lector, producen una exuberancia aparente, un entretenimiento banal. Qué importa si al fin de cuentas pasamos un buen rato. El malentendido como deporte.

Una frase mal escrita no cumple el propósito con el que se redactó. Descuidos o vicios de escritura, la prisa o la ignorancia o simple autocomplacencia, cambian los posibles contenidos de las frases. Borges veía a la imprenta como un invento nocivo, porque hace posible que haya malos libros, señalando defectos que van más allá de la ortografía y la sintaxis.

Por desgracia, el papá cuervo se manifiesta cuando muchos leen sus propios textos, haciéndoles creer que han hecho muy bien las cosas. Y si publican, protestan porque les cambian una coma; el corrector se vuelve corruptor de estilo.

Pocas cosas se ha hecho tan necesarias actualmente como la corrección de estilo. Pero lo ignoramos desde el principio, ciegos al subrayado con que el procesador de textos nos indica que debemos revisar lo tecleado, haciendo clic en la línea roja o azul. Y como el cliente tiene la razón, se puede desactivar la función de revisión ortográfica y a soltarse el pelo, a quitarse la peluca.

Recientemente, revisé un libro de un amigo con formación universitaria, quien como escritor se puede considerar un buen músico. Forma parte de la historia musical contemporánea de Aguascalientes y tiene buenas ideas, pero no sabe escribirlas. Para alivio suyo, el libro llevará el sello del gobierno estatal: hay presupuesto para la corrección de estilo.

También he visto ediciones de autor ayunas de este paso en el proceso editorial. Duele ver que han publicado un borrador. Como los gorriones que entran en mi casa, a diferencia de los que aportan trabajo voluntario para Blanca Nieves, de plano la cagan.