Al escritor le cuesta podar sus textos. El escritor sufre cuando descubre algo que sobra. Y si lo que sobra es grande, sufre más. Y si lo que sobra le supuso mucho trabajo, rabia en silencio.
Los rechazos suelen ser una bendición. Los rechazos consiguen que el escritor reflexione. Que vuelva a leer su obra. A veces ve algo que no había visto en las anteriores lecturas, y entonces el escritor agradece el rechazo.
Cuando a un escritor le publican todo, corre gran peligro. Podría llegar a creérselo. Podría empezar a descuidarse. Si esto ocurre, sus lectores igual no se dan cuenta, pero es muy probable que él sí descubra sus errores.
Y los descubrirá tarde, cuando quizá la cosa ya no tiene arreglo. Su éxito íntimo se vendría entonces abajo, y todos los elogios se desharían como polvo en el viento, y sus logros le parecerían inmerecidos.
Son las cosas del arte. Nunca el artista está contento con su obra, y si lo está, tal vez no es artista. Y ahora que todo va tan deprisa, ¿serán estas prisas buenas para el arte?, quizá sí, quizá no, nunca se sabe.
En ajedrez, un gambito consiste en sacrificar material, una pieza o más, para lograr una posición favorable. Como ya sabemos, menos puede ser más. Y el gambito literario es, sin duda, indispensable.
Ocurre en ocasiones que el escritor se ha documentado durante meses y toda esa documentación se refleja en la obra. Aunque tanta información podría ser perjudicial para la obra, al escritor le costará eliminar la parte que sobra.
Decía Alessandro Baricco: «Hay pocas cosas más penosas que dejar que en un libro aparezcan los rastros de todo lo que se ha estudiado. Me atrevería a decir que estaríamos al nivel de esos tirantes de plástico transparente que ponen en algunos sujetadores».
Podar y podar. Eliminar, si conviene, un capítulo entero. Eliminar, si conviene, cien páginas. Reescribirlas. Lo difícil es saber qué vale y qué no. Lo difícil, en arte, es precisamente eso, dejar solo lo que hay que dejar.
En este sentido, decía Alessandro Baricco, refiriéndose a la novela negra, algo que también podemos extender al resto de los trabajos literarios, pues es sabido que algunas novelas pueden ser negras sin serlo.
«Teniendo en cuenta que la obra maestra literaria es un privilegio de pocos, la tendencia más habitual es acabar haciendo telenovela, palabra que incluso me resulta incómodo tener que explicar y sin embargo aquí me tenéis haciéndolo. Es cuando escriben con un lenguaje tan carente de ambición y tan incapaz de sutilezas, que ya en la página veinte hace que el lector de gusto tenga la triste impresión de estar ahí comiéndose el foie gras directamente de la lata».
Claro que la carencia de ambición y la falta de sutileza nada tienen que ver con lo que sobra. ¿O sí? Reflexionemos. ¿Le preocuparía lo que sobra a un escritor sin ambición literaria y que encima no entiende de sutilezas?